dijous, 29 de desembre del 2011

Interludio II-III: Navidades en la Torre (Parte 2)

  El sol apenas había arrojado su primer brillante rayo a través de las altas ventanas cuando Milva se despertó. La luz solar iluminaba las puertas del alto armario y la pequeña cama sin deshacer a su lado. Shani, como cada noche, se encontraba durmiendo en su cama, desnuda. La primera vez que ocurrió, se sorprendió pero no había forma de impedirlo –una vez cerró con llave la puerta de su habitación y se la encontró durmiendo en la puerta, helada– así que al final les pusieron a las dos en una misma habitación con una cama ancha y otra pequeña por si acaso. Tampoco era una molestia, la sorprendió sobretodo al levantarse ya que nunca se enteraba durante la noche, ella se metía en su cama y dormía en un rincón.

  —Heh... Shani, ya es de día —dijo Milva mientras le daba unos golpecitos en la nariz— Hora de levantarse.

  —Hmgh... lo sé, solo esperaba a que despertaras tú —murmuró Shani, en una clara mentira.

  —Sabes que día es hoy, ¿Verdad? —le preguntó Milva mientras se envolvía  con las sábanas para frenar el helado aire matinal.

  —¿Domingo? —contestó Shani, ya se había levantado y vagaba desnuda por la habitación, seguramente buscando el armario.

  —Sí, claro. ¿Nada mas? Hoy es Navidad, elfa zombie, y el armario está allí —señaló Milva.

  —¿Navidad? ¿Tan pronto? —Shani abrió el armario y empezó a rebuscar— Hm... entonces deberíamos darnos prisa, Pequeña estará arrancándose las uñas de la espera...  ¡Argh! ¿Cómo puedes tener tanta ropa aquí? Y además hay cosas que nunca has llevado.

  —Yo me pregunto como puedes tener tan poca. —comentó Milva a la vez que se ponía un batín y se acercaba al armario— Aunque seguro que si pienso un poco saldrían muchas mas preguntas... Como... ¿No tienes frío yendo desnuda? Yo estoy helada...



  El astro solar ya había ascendido los suficiente para sobresalir entre las altas montañas que circundaban la torre cuando las dos ya bajaron hacia la sala común. Como siempre, ella se había tomado su tiempo para vestirse y Shani la había estado presionando para que se diera prisa, lógicamente ella se lo había tomado con una fingida calma con tal de molestarla ligeramente, sonrió y entraron en la sala. Desde las escaleras vieron a Pequeña sentada, jugando con Shiznabel, y justo cuando llegaron hasta el árbol, entró Nephti acompañada por Ilesora Celeste, que había tomado la forma de una pequeña mariposa y hablaba desde el hombro de la Maestra.

  —Buenos días, podéis ir abriendo los regalos ya, que me han informado que la comida estará lista pronto y deberíamos haber terminado para ese momento —dijo Nephti en tono solemne aunque nadie pareció darse mas prisa de la que se habría dado, un "pronto" de Nephti era algo muy relativo— Además, recordad que tras la cena podríamos seguir con la historia, aprovechando que estamos todos reunidos.



    El fuego crepitaba frente el ancho sillón donde Shani se encontraba y ella observaba sus llamas danzar en el interior del hogar. Estiró las piernas y acarició con las plantas de los pies la gruesa alfombra circular en la que estaban situados los sillones –le gustaba hacer eso, sobretodo cuando llevaba medias como hoy–, desvió la mirada a su alrededor, Milva dormía acurrucada en el sillón de su lado, tenía un sueño fácil y ligeramente profundo, sonrió al verla dormir tan feliz como Pequeña que jugaba con sus regalos nuevos; al otro lado de la habitación, detrás del fuego y el hueco para las calderas, estaba el árbol y junto a él se encontraba Nephti y los demás profesores, tomando un café después de la comida y charlando. Volvió su mirada otra vez a las llamas y esperó.

  —Bien, Shani, despierta a Milva e id volviendo a la mesa —dijo Nephti al cabo de un rato a la vez que se dirigía hacia Pequeña— Ahora subirán unas galletas y seguiremos con la historia...

diumenge, 25 de desembre del 2011

Interludio II-III: Navidades en la Torre (Parte 1)

  Pequeña se levantó de un salto de su cama, el sol salía por el horizonte montañoso y había oído algunos pájaros piar, oficialmente ya era de día y eso significaba que podía abrir los regalos, dijeran lo que dijeran. Se puso las peludas zapatillas con forma de zarpas de... algo peludo, no importaba, eran calentitas y graciosas y no necesitaba nada mas. Con las zapatillas puestas cogió su capucha de oso panda, también peluda –como le gustaban las cosas peludas y mulliditas, mas si se parecían a algún animal– se aseguró de no dejarse nada, no iba a permitir que la hicieran volver a la habitación a recoger algo que se hubiera dejado y perdiera tiempo con sus regalos, y salió correteando hacia las escaleras para bajar hacia la sala común.

  La ancha escalera de caracol que conectaba todas las habitaciones de la Torre era de las pocas que no estaban totalmente heladas durante la noche gracias a que en la parte inferior conectaban con las cocinas y sus grandes calderas, no estaban tan cálidas como las habitaciones o la sala común ni de cerca pero al menos permitían bajar a la sala común sin tener que vestirse con ropa adecuada. En un día cualquiera, Pequeña habría bajado directamente con el pijama sin problemas pero hoy tenía que asegurarse de que nadie la hiciera volver. Abrió las puertas corredizas de la sala común y bajó dando saltitos por la mullida escalinata cubierta por una desgastada moqueta.

  —Recuerda que aún no puedes abrir nada —dijo el enorme hombre-gato, Shiznabel— Aunque, claro, puedes mirar.

  —¡Shi-Shi! No te habré despertado ¿Verdad? —contestó Pequeña mientras brincaba hacia Shiznabel— ¡Feliz Navidad, Shi-Shi!

  Pequeña abrazó al peludo hombre-gato y este ronroneó levemente, la cogió en brazos y la llevó hasta el árbol de navidad situado frente a uno de los grandes hogares que calentaban la sala.

  —Jo, Jo, Jo. Feliz Navidad a ti también. Ahora siéntate y busca tus regalos, como haces siempre, yo iré a informar a la señora Nephti de que ya andas por aquí —dijo Shiznabel entre sus graves risas.

  Pequeña empezó a curiosear los paquetes envueltos bajo el árbol y los clasificó entre los suyos y los que no lo eran –no es que el resto no le importaba, solo que los clasificaría mas tarde–. Sonrió al encontrar el primero,  un regalo envuelto con papel amarillo y un lacito simple y la etiqueta Para: Pequeña, De: Shiznabel –una vez le preguntaron si le extrañaba que la llamaran solo Pequeña y que no tuviera otro nombre, que no tenía nombre, já! Pequeña era su nombre y era mas original que los suyos, seguro–, lo dejó en un rincón, separado del resto y siguió buscando. El siguiente que encontró iba con un papel de envolver de un color etéreo que parecía cambiar cada vez que se fijaba en él. Nephti siempre envolvía los regalos de formas curiosas y con papeles que cada vez la sorprendían. Apiló tres regalos mas, uno de Milva y Shani con una bonita flor hecha con papiroflexia; otro de la profesora Celeste, envuelto con muchas capas de papeles transparentes de diferentes colores; y finalmente uno de Nasque, un alumno avanzado que ya se pasaba la mayor parte del tiempo fuera de la torre.

Continuará...

divendres, 23 de desembre del 2011

Capítulo II: Algo comienza, algo termina (y 4)

  Liaele se despertó agitada, «¿una pesadilla?» Afuera llovía intensamente. «Quizás la tormenta me haya desvelado». El viento levantó la solapa de la pequeña tienda donde dormía. Un relámpago chasqueó el campamento como si la propia Tish lo azotara contra ellos e iluminó todo durante unos segundos. Unas sombras cenicientas se arrastraban por los rincones, sombras invisibles en la tormenta si no fuera por la momentánea luz. También vio a otras sombras sentadas alrededor de una hoguera, no parecían guardias. «¡Los chicos! Debían haberse despertado también...». Sin pensárselo ni un segundo se lanzó hacia ellos, corriendo con todas sus energías.

  —¡Eh! ¡Moveos, nos están atacando! —les gritó Liaele a pleno pulmón.

  Llegó al centro, justo entre ellos, casi encima de la hoguera. Nadie se había movido. Otro relámpago. La luz mostró otra vez el campamento. Los chicos la miraban, sí, pero con unos ojos vacíos. Torem sonrió, una sonrisa macabra a la vez que la garganta se le abría en una fina línea de sangre. Entonces vio una pequeña sombra detrás del cuerpo inerte del muchacho, se reía. Se reía de ella, por no haber podido hacer nada, por no haber sido capaz de salvar a nadie.



  —¿Una noche turbulenta? —sonó una voz encima de ella. Gaevlien estaba subido en una rama y le sonreía.

  —¿C-cómo...? —preguntó Liaele.

  —Bueno, al menos desde hace un rato has estado quejándote en sueños... o eso parecía —Gaev saltó de la rama y botó delante de ella— Te estaba esperando, quería hablar contigo... cuando tengas un momento, claro.

  Gaev la miró, con una mirada muy seria para ser suya, y se dio la vuelta para alejarse lentamente, con una sonrisa de vuelta en su cara.

  —E-espera... si me das un segundo ahora puedo —Liaele intentó ofrecerle una sonrisa lo menos forzada.

  Suspiró, todo había sido una pesadilla, aunque difícilmente se olvidaría de esas miradas, de esa risa. Miró fijamente a Gaevlien, él y los otros chicos habían perdido todo, en cuestión de días y sin ni siquiera poder despedirse. Se los había llevado en contra de su voluntad de su pueblo, el pueblo que en teoría debería defender. Y ahora parecía ser lo único que quedaba de la nobleza de Maer y el pueblo ya no existía.

  —Lo siento... por mi culpa ahora estáis sin nada... habéis perdido todo... yo... —intentó disculparse Liaele.

  —Já, ¿y tu no has perdido nada? Yo puedo cazar en otro lugar y no creo que se quejen demasiado, herreros como Faenn siempre van buscados y ni árboles ni rocas faltan para Torem y Tiroun. En cambio no se si en cualquier otra villa te aceptarán solo por ser quien eres ¿Eh? —dijo Gaev, el chico que parecía la felicidad personificada— Encima no digas que es por tu culpa, al contrario, si no fuera por ti estaríamos en Maer y si que lo habríamos perdido todo. Hay quien le cuesta admitirlo, pero es así...

  Liaele levantó levemente la ceja izquierda y se fijó en el chico que tenía delante. Casi parecía mas feliz que cuando lo vio por primera vez en el palacete. Como la mayoría de la población de Maer, Gaev tenía el pelo castaño, pero era algo mas bajo que la mayoría y mucho mas delgado que sus compañeros –que los tres tenían unos brazos que era incapaz de rodear usando las dos manos, aunque sus manos tampoco es que fueran destacables por su tamaño, mas bien por lo contrario– tenía unos ojos que transmitían esa felicidad y por primera vez se fijó, tenía un ojo mas oscuro que el otro, uno era totalmente marrón, en cambio el restante era una mezcla de verdes con tonalidades marrones, sonrió y se dirigió al chico.

  —C-cómo... ¿Cómo consigues estar tan... alegre después de todo... esto? —preguntó Liaele, ladeando levemente la cabeza— Incluso los soldados que se podría decir que viven cerca de la muerte están afectados... pero tú...

  —Yo... yo... —Gaev soltó una carcajada— ¿Qué gano estando preocupado? Encima cuando ya lo está todo el mundo. Estuve un tiempo meditando que podía hacer, sin resultados. Así que este es mi plan, intentar sonreír por todos, buscar el lado bueno de las cosas, je.

  Y dio media vuelta y se fue andando, pero antes de alejarse demasiado giró la cabeza y la miró.

  —Por cierto, no voy a presionarte, pero ahora estamos en tus manos, eres lo único que queda de Maer y no nos vas a dejar tirados en un pueblo cercano... y claro, tampoco te vamos a dejar a ti ¿De acuerdo? —dijo y se alejó sin dar posibilidad a una replica.

  —Eh... —Liaele parpadeó y observó como se alejaba el joven cazador.

  —No te creas nada que te diga, porque vaya sonriente por el mundo no habla por todo el mundo —dijo una voz cerca de ella, ligeramente atrás— Los malditos nobles estáis para algo, Maer era tu responsabilidad y de esos jodidos soldados... y no habéis dejado nada.

  Liaele se giró y vio al fornido leñador, Torem, alejarse a paso rápido. Al menos no tuvo que ver esa mirada que le recordaba a las gargantas rebanadas. Suspiró y se puso a andar hacia la tienda de la Solea, el día solo acababa de empezar, tenía muchas decisiones que tomar y a los chicos bajo su responsabilidad.

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dimecres, 7 de desembre del 2011

Capítulo II: Retorno (3)

  —Buenas tardes. ¿Tardes? uhm... no importa. Supongo que en estos días se habrán olvidado un poco de como iban las cosas, ¿cierto? Bien, si no es así siéntase libres de avanzar hasta el punto donde se quedaron, obviando esta introducción —dijo Nephti— ¿Siguen ahí? Supongo que eso significa que desean un breve resumen. Excelente, pues que así sea. Nos quedamos en que nuestros protagonistas habían huido de Maer debido a los extraños incidentes ocurridos ahí y se dirigían al Norte, en busca del tío de Liaele, la hija del Marqués, Gaevlien, Tiroun, Faenn y Torem la acompañaban junto a dos guardias del palacete del Marqués. Durante una noche, mientras acampaban una extraña señora, junto a dos hombres mas los rescataron de un supuesto ataque de unos Pálidos y se dirigieron al campamento de dicha señora. Y eso es todo, prosigamos...


  Habían llegado al campamento y, él y los chicos, estaban sentados alrededor de una hoguera, observando las llamas, sin saber que hacer, sin querer hacer nada. Cuando había oído que se dirigían al campamento del tío de Liaele, al que habían ido a buscar, se había imaginado que sería un campamento enorme, con tiendas, caballos, carromatos y muchos soldados, pero ahí no había mas que una tienda grande y una especie de parapeto, dos hogueras y unos pocos soldados. Faenn se sentía... deprimido, inútil. ¿Qué iban a hacer ahora que su mayor esperanza no llegaba ni para guarnecer una de esas torres abandonadas que habían encontrado? No se imaginaba como alguien podía dirigir todo eso, a él le daban ganas de cavar un hoyo y enterrarse en él para luego olvidarse de todo.

  —Todo está perdido, Maer está perdido, vamos a morir todos —gimió uno de ellos.

  Faenn no hizo ni el esfuerzo de levantar la cabeza para saber quien era, aunque estaba seguro de que Gaev no era, él era de los que siempre encontraban algo que hacer, incluso en las situaciones mas desesperadas, algo que podría acabar siendo inútil, acabar mal o ser la mayor de las tonterías del mundo, pero se le ocurría algo y así los mantenía ocupados a todos. Sin embargo, nunca se habían encontrado en una situación que llegara a ser algo mínimamente parecido a la que tenían que enfrentarse en esos momentos y pese a todo, confiaba en que Gaev sacaría un plan para seguir adelante. En cambio a él solo se le ocurrían ideas absurdas como empezar a correr hacia Maer empuñando su martillo de herrero para acabar con todo el mal o peor, empezar a correr hacia el lado opuesto y esconderse. No, tenía que haber algo que ellos podían hacer, algo que no fuera contemplar el crepitar de unas llamas, unas llamas bastante bonitas y cálidas...




  Llevaban ya unos días avanzando de vuelta a Maer, aunque a un ritmo ligeramente inferior al de ida dado que eran muchos mas y no había apenas caballos para tirar de las carretas. Él y los chicos andaban algo apartados del resto del grupo, como si realmente todo el mundo los evitara, Liaele si que los evitaba descaradamente, como si ahora que tenía su propia escolta de soldados ya no necesitara a los sucios aldeanos que los debía considerar. La única que mostraba un mínimo interés por ellos era la dama que los había rescatado, se llamaba Zelfora Recand y resultaba ser una Solea aunque poco mas se sabía de ella y pobre del que intentara hacerlo ya que se las vería con los dos guardianes que la acompañaban. Gaev lo tenía ya bien claro, después de haberlo intentado mas de una vez, nada pasaba por donde ellos dos o la dama Trecand no querían que pasara. Él seguía forzando su mente para que se le ocurriera algo parecido a un plan, y como plan se refería a algo viable que no implicara que acabaran todos muertos. Faenn decía que él siempre tenía un plan y no estaba equivocado, pero eso era antes, cuando lo peor que podía salir era que acabaran castigados unos días e incluso esos planes siempre acaban mal, en cambio las ideas que le daba Faenn para sus planes siempre eran brillantes. Sí, seguro que en esos momentos Faenn ya tendría un plan para arreglar las cosas.


  Liaele había ordenado expresamente que avanzaran a un ritmo lento y cauto desde que llegó ese rumor, sobretodo para ganar tiempo antes de que se confirmaran y dar la posibilidad a los exploradores a llegar a Maer y volver. 
  Había sido como si se le parara el corazón cuando su tío y la Solea le comentaron que había ese rumor, que al final impulsó a su tío a bajar hacia Maer antes y por eso se encontraron a mitad de camino, que había sido como si se le parara, tonterías, seguro que realmente había parado durante unos segundos, era una idea absurda incluso para un rumor que corría entre susurros y peores eran las ideas que le habían propuesto esos dos, que si podían evitar Maer directamente comentó su tío, que fueran todos a Isur les dijo la Solea. Lo peor era mirar a esos chicos, que la habían acompañado con sus mejores intenciones y ahora... le daban ganas de dejarse caer en el suelo y empezar a llorar. Así que como mas tardaran a llegar a Maer, mas podría retrasar esas decisiones y el decírselo a los chicos. ¿Y por qué ella? De acuerdo de que era la hija del Marqués, pero su tío también era alguien importante aunque fuera el cuarto hijo, ya tuviera unos buenos años encima, y la Solea, que le decía todo lo que debía hacer casi pero la obligaba a ella a decidir finalmente, ¿Por qué tenía que dirigir a todos? ¿Tendría que decírselo a todos cuando llegara el momento? El momento que llegó con los dos exploradores que volvieron cuando estaban a unas horas de llegar a Maer y decidieron acampar. "El rumor es cierto" fue todo lo que osaron decir. 
  Era el momento de decidir, el momento de decírselo a los chicos. Y así hizo, cuando estaban los cuatro sentados alrededor del fuego como cada noche se acercó y los miró uno a uno: "Maer ya no existe. El pueblo, el palacete, todo está vacío y no queda nada ni nadie".


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dilluns, 14 de novembre del 2011

Capítulo II: Sin resultados (2)

  —Bien, primeramente quería informarles de que cierto ser –¿ser? sí, llamémosle ser— transmite sus mas sinceras disculpas a todos por ciertos lapsos temporales en la continuación de la historia causados por cierto mundo lleno de dragones y locos que quieren matarlos a gritos y su poca fuerza de voluntad. Dicho eso prosigamos —os dijo Nephti.

  —Señora Nephti, ¿Con quien hablas? ¿Quien se disculpa? —preguntó con curiosidad la Pequeña—. ¿Ocurre algo?

  —Oh, no ocurre nada. Sigamos con la historia ¿de acuerdo? —«Pobrecitas, aún sienten las alteraciones en el tiempo. Ni a vosotros, no saben que hay quien las ve y las observa» murmuró Nephti a la vez que volvía a la historia.


  —Llevamos ya casi un dos días andando y no hemos encontrado ninguna atalaya o torre habitada. Entiendo que las cercanas a Maer estén vacías ya que para vigilar esa zona ya está la guardia del pueblo y que en el norte tampoco hace falta vigilar... pero la última torre estaba destruida recientemente y  no por causas naturales. Algo no está bien, deberíamos volver... quizás en el pueblo si que esté todo arreglado y estemos perdiendo el tiempo aquí arriba. —decía Tiroun con el ceño fruncido mientras andaba arrastrando los pies y cabizbajo.

  En ese tiempo se había enterado un poco sobre esos chicos, Tiroun era hijo de uno de los muchos mineros de Itue, que cuatro veces al año venían a traer las materias recogidas para que fueran llevadas al sur mayoritariamente y fueran vendidas. Cuando había poco trabajo en las minas Itue, viajaba junto algunos chicos de vuelta a Maer y como la mayoría de los chicos del pueblo trabajaba en las rotaciones, que era algo como que según la época y las necesidades ayudaban en los campos, a los leñadores, en la construcción o lo que fuera necesario. Al igual que Faenn y Torem, Tiroun era fuerte pero sobretodo de brazos y no estaba acostumbrado a andar tanto, aunque nada que ver con ella. Por suerte habían encontrado una carreta en una de las atalayas abandonadas y se iban turnando para llevarla junto algo de alimentos y equipaje que habían ido consiguiendo. Gaevlien en cambio se las apañaba para salir siempre con alguna bestia u otra para la cena y se pasaba la mayor parte del día perdido en los dispersos bosques que encontraban.

  —Seguro que les han llegado noticias y se estarán reagrupando —les dijo Liaele a los chicos. Tiroun tenía razón, nada tenía lógica respecto lo que debía ser, pero había que mantener los ánimos altos y si algo había aprendido era que esa era la parte de su trabajo ante los súbditos del reino.

  En los lejos del camino se veía un chico sentado en lo que parecían los restos de un árbol caído, seguramente Gaevlien esperándolos.

  —Ya se va haciendo tarde, deberíamos acampar —comentó uno de los guardias cuando ya estaban cerca de Gaev.

  Según Liaele debían sentirse algo humillados por el hecho de que un joven pueblerino fuera mas útil que dos guardias formados y que enseguida se cansaran al acarrearla a ella con la carreta, seguramente sentían que debían impresionarla pero ellos eran guardias de ciudad que traía su padre para mantener la seguridad en el palacete, los bosques, los prados y las montañas no eran su territorio y menos ante unos jóvenes que las debían haber recorrido desde pequeños.



  Faenn había salido a dar un paseo, no podría dormir y prefirió estirar un poco las piernas antes de quedarse observando las estrellas sin hacer nada. Miró un momento el cielo, todo tranquilo y oscuro, lleno de pequeñas luces. La brillante Tish en el centro, iluminando los cielos día y noche, incluso en las frías noches de invierno, cuando el enorme sol Naos quedaba escondido delante del frío Namake, Tish seguía brillando, la guardiana Tish. Habían instalado el campamento en un claro del bosque cercano al camino, lo suficientemente cerca para no desviarse mucho, y lo bastante lejos para que nadie apareciera en el campamento por casualidad. Si tras el paseo seguía sin poder dormir podría relevar a alguno de los  guardias en la vigilancia. Oyó un gritó, venía del campamento. ¿Qué iba mal? Se iba a echar a correr pero alguien, o algo, le agarró, con firmeza. «Los monstruos me han atrapado, es el fin». Pero la mano que le cubrió los labios, con suavidad pero frenando igualmente todos los sonidos que pudiera hacer mas allá de los gruñidos, no era de un monstruo. «Quizás también haya algo parecido a mujeres monstruo con manos finas y delicadas. No, no tenía demasiado sentido». Igualmente intentó luchar contra su captora.

  —Estate quieto, muchacho —dijo la voz de la mujer— Estamos todos bien. Bueno, excepto los pálidos que están lamentándose de haber perdido a su presa.

  Faenn miró a su alrededor cuando la mano la liberó. Ahí estaban todos, con la pinta que tenía uno cuando lo levantaban a medianoche, pero todos y en buenas condiciones. La mujer que lo había agarrado estaba a su lado, era relativamente bajita y algo rellenita pero de alguna forma había conseguido superar su altura para llegar hasta él y conseguir reducirlo con facilidad. Ella llevaba una simple toga de lana marrón y un chal, aparte de un grueso cinturón lleno de bolsitas y falquitreras.

  —Antes de que digas nada y vengan las preguntas, tenemos que movernos. —le dijo en un tono que impedía cualquier tipo de discusión— Mira, ya llegan esos dos. Nos vamos, aprovecha para hablar bajito con tus compañeros si lo deseas y ya os informaré cuando lleguemos al campamento. Por si te lo preguntas, los dos soldados que faltan ya han ido hacia allí. Así que todo listo.

  Faenn parpadeó, esa mujer parecía que le leyera la mente, o peor, que se anticipara a sus pensamientos, se acercó a Gaev mientras observaba a los dos hombres que la mujer había señalado y empezó a andar.

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divendres, 11 de novembre del 2011

Capítulo II: Soluciones (1)

  Se encontraban en la sala común de las habitaciones de los invitados, como en esa época del año había pocos o ninguno nadie los molestaba. Milva estaba recostada encima de dos sillas de madera y Shani charlaba con ella sentada en el suelo.

  —¿Para qué crees que nos habrá llamado? Es curioso que nos cite aquí —comentaba Shani mientras su compañera gruñía, intentando dormir un poco.

  —Eso, ¿Con qué motivo os habré citado? También tengo curiosidad —dijo Nephti entre sonrisas a la vez que cruzaba el umbral junto a Pequeña. La jovencita pronto sería mas alta que la maestra, si no lo era ya, aunque serlo no era un gran logro, tratándose de superar a una gnoma.

  —¡Maestra Nephti! Nosotras... Yo... —saltó Milva— ¿Para qué estamos aquí?

  —¿No es obvio? Tenemos que seguir la historia, antes que Pequeña se colapse y por nuestros fans, claro — sonrió Nephti, mirándote.


  Faenn jadeaba mientras con la mirada analizaba los alrededores, aún no se fiaba de que no aparecieran mas engendros de esos. Habían salido del palacete a través de un túnel que los llevó a una trampilla de madera en el interior del bosque adyacente al edificio, el joven que los había sacado iba con una peto ornamentado y un escudo, según había oído era el hermano de la chica que había salvado, que era nada menos que la hija del marqués y eso hacía al joven el hijo mayor del marqués. En menudo lío se habían metido, cuando dejaran de pensar en esos seres y se fijaran en todo lo que llevaban encima les caería una buena, no sería una típica regañona como en las otras travesuras organizadas por Gaev, en esta acabarían encerrados en un calabozo. Aunque, olvidarse de los monstruos esos no parecía una tarea fácil.

  —¡Capitán! —llamó alguien entre los arboles. Faenn casi acabó encima de un árbol de la sorpresa. Era un soldado, de la guardia, supuso— Parece que los engendros solo han atacado el palacete, en el pueblo siguen con las celebraciones como si nada hubiera pasado.

  —Entendido... ¿Cuantos hombres tenemos preparados? —respondió el capitán mientras se ajustaba los ribetes rojos y blancos que lo identificaban en su rango.

  —Hemos perdido la mayor parte de la guardia del palacio. La guardia del pueblo tenía pocos efectivos de servicio por la celebración. De las patrullas de Guardarriba no sabemos nada.

  —Bien... de momento nos encargaremos de que esos monstruos no salgan del palacete, envia a dos hombres a informar al teniente de la guardia del pueblo que reúna a todos los que pueda sin que cunda el pánico y que se reúnan con nosotros, luego dos hombres mas deberán ir hacia el norte y conseguir el máximo apoyo de Guardarriba a la vez que se entere de la situación en la zona —saludó al soldado y lo despidió, seguidamente el capitán se dirigió hacia su hermana, que estaba sentada bajo un árbol.

  Liaele levantó la mirada y lo miró, Faenn supuso que el hecho de que su hermano le dijera que no podían ir a rescatar a su madre inmediatamente la había afectado bastante.

  —Hermanita... digo, Lady Liaele, tengo una misión para ti —sonrió cálidamente el capitán— Necesito que acompañes a los dos soldados que irán a Guardarriba,  al menos hasta las primeras torres de guardia y ahí encárgate de encontrar a nuestro tío, lo necesitaré si las cosas se complican. Podrás hacer eso ¿Verdad? Hazlo por mi ¿De acuerdo?

  La muchacha asintió lentamente y volvió a su estado de meditación. Su hermano, el capitán, se dirigió entonces hacia ellos y los miró uno a uno, con una mirada tranquilizadora. Gaev lanzaba trozos de corteza del árbol donde estaba apoyado, Torem estaba mirando fijamente un medallón de cobre que le había dado Erris para que se lo llevara mientras cargaba con las cajas, Erris y él siempre habían estado muy unidos, Tiroun en cambio se había apoderado del hacha y paseaba por los alrededores, como si esperaba de que la nada fuera a aparecer mas monstruos.

  —Veamos, muchachos, para vosotros también tengo trabajo, mas bien os doy dos opciones... Podeis volver al pueblo, arriesgándoos vosotros mismos o podéis ayudarme y acompañar a lady Liaele. Tened en cuenta que el hecho que me ayudéis a mi podría servir para que se pasara por alto el detalle de qué hacíais en el palacete a esas horas —sonrió el capitán, satisfecho de su discurso— ¿Qué os parece? 

  Faenn miró a sus otros compañeros, Tiroun se había acercado y lo miraba fijamente, lo mismo hacían los otros, parecía que le tocaba tomar la decisión a él.

  —De acuerdo, iremos. Las primeras torres de guardia de Guardarriba tampoco están tan lejos ¿Verdad, Gaev?


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dissabte, 5 de novembre del 2011

Capítulo I: Los Pálidos (y 4)

  «Sí, definitivamente algo no está bien». Liaele asintió con firmeza y se dirigió hacia la puerta. «Parece que tendré que descubrirlo por mi misma». Y empujó suavemente la gruesa madera decorada de la habitación. Ahí estaba su madre, arrodillada en el suelo, justo en el centro, parecía llorar mirando la ventana. «Debe haber tenido un ataque de histeria y los guardias habrán entrado a comprobar, el ruido del festival seguramente». Su madre la miró, tenía los ojos rojos, brillaban, emanaban miedo, ira, impotencia. Tensión. «Los guardias». Miró a su alrededor. «¿Y los guardias?». Un gruñido detrás de ella. Ahí estaban los guardias, despedazados en el suelo. Encima de ellos un ser de piel arenosa, ojos rojos y unas enormes garras, sostenía lo que parecía el brazo de un guardia. Ese ser la miró, con su mirada violenta, sangrienta, y rugió. Liaele gritó, lloró y corrió con todas sus fuerzas.



  Faenn cargaba con un bastón oscuro, hecho de un extraño material, que le había dado Gaev del ático. Parecía que todos llevaban cosas menos él que andaba tranquilamente con las manos en los bolsillos, sólo le faltaba ponerse a silbar. Erris llevaba una caja de cohetes del Técnico, Ralyr otra que iba con los cohetes que nadie sabía para que era, Tiroun llevaba unos bastones para encenderlos y Torem se había apropiado de una hacha de curiosa fabricación. Tampoco iba tan mal para ser un plan de Gaev, solo faltaba que nadie les dijera nada al verlos cargados con todo eso. Sí, era pedir mucho. 

  Un grito, instintivamente se lanzó hacia él y todo se volvió difuso. Gaev intentó frenarlo pero él ya no oía, corrió un poco y corrió mas, hasta que llegó al origen del grito, una chica huía por el pasillo, iba hacia él, ¿De qué huía? Le pareció que era un ser pálido, con pico y una larga cola llena de escamas. No parecía demasiado lógico pero instintivamente agarró un jarrón y se lo lanzó al monstruo.

  —¡A la escalerilla! ¡Rápido! —gritó alguien.

  La chica iba con un largo vestido rojo, no sabía como podía haber corrido tanto con eso puesto, apoyó el bastón, agarró a la muchacha y se la cargó en el hombro. Una vez con el bastón en una mano y aguantando la chica con la otra empezó a correr por los sinuosos pasillos exteriores. Cuando volvió en si ya estaban en la planta baja, se sentía mareado y cada vez le costaba mas recordar. Erris no estaba, recordó, vio el monstruo picudo lanzarse sobre él y arrancarle la tráquea entera, luego otro también se lanzó sobre él y Erris ya no estaba. Sintió náuseas con solo de pensarlo y vomitó en un rincón. Quizás su muerte los hubiera salvado.

  —Ehm... ¿Me vas a soltar? —preguntó una voz femenina cerca de él.

  ¡La muchacha! Aún la llevaba cargada. Se puso todo rojo que junto al mareo lo dejo en unas extrañas tonalidades y soltó su carga.

  —Eh... uhm... lo siento —le dijo a ella.

  —Oh, sí, mas te vale. Ese jarrón valía una fortuna y me has roto el vestido

  Mujeres, le acababa de salvar la vida y lo que importaba era un jarrón, seguro que Gaev le habría dicho algo a esa muchacha, él si que sabía como tratarlas.

  —Aprecio mucho que estés haciendo amistades, Faenn —dijo Gaev, jadeante— Pero deberíamos movernos, no quiero ni volver a pensar en esas cosas, al menos mientras aún puedan estar cerca.

  —Salgamos —respondió Tiroun— Si no recuerdo mal por ahí ya salíamos al patio.

  Cuando iban a dirigirse hacia la salida apareció uno de los chicos que se había marchado con Deloir.

  —¡Están todos muertos! ¡Vamos a morir todos! —gritó— Todo el patio está lleno de esos monstruos. ¡No hay salida!

  Y se colapsó en medio del pasillo.


  —Bien, creo que por hoy ya habéis tenido bastante, seguro que tenéis tareas que hacer —dijo Nephti mientras saltaba de su silla— Venga, venga

  —No... no nos puedes dejar así —dijo la Pequeña— No en ese momento.

  —Oh, claro que puedo, acabo de hacerlo. Vamos, tenéis que hacer otras cosas para luego poder disfrutar de las historias, sino se vuelven aburridas. Además, yo también tengo trabajo.


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dimarts, 1 de novembre del 2011

Capítulo I: Desacuerdos (3)

  Liaele avanzaba por el pasillo de la planta para dirigirse a ver a su madre, que la había llamado a través de su hermano, esa habitación se encontraba justo en el centro de la segunda planta, dando al patio trasero. Su madre apreciaba mucho tener grandes ventanales y un balcón con algunas plantas, pero le molestaba mucho el ruido, así que nada mejor que el tranquilo patio trasero donde como mucho oiría a los jardineros podar. En cambio su habitación estaba en el extremo del ala norte, con vistas al jardín, a la puerta principal y sobretodo acceso a la escalerilla de servicio, para poder ir rápido a las cocinas y salir fuera. Cuando llegaron, hace unos años, intentaron situarla en el ala sur, para que no pudiera llegar tan fácilmente a dicha escalerilla pero lo único que consiguieron es que estuviera todo el día corriendo por los pasillos molestando a todo el mundo y sobretodo a las visitas importantes.

  —¡Ay! —Liaele miró al sujeto que la había desviado de sus pensamientos y se atrevía a andar sin mirar por los pasillos, era una mujer, adulta pero aún joven, debía tener la edad de su hermano o un poco mas, no parecía una criada— ¡Mira por dónde vas! —respondió sin pensar, cosa que lamentó nada mas ver los dos soles entrelazados bordados en el cuello de la toga de la mujer— Ay, perdone, Solea, iba distraída y...

  La mujer le clavó la mirada unos segundos, una mirada que la hizo temblar, y sin motivo aparente alguno se puso a reír. Cuando terminó, ella la estuvo observando un rato, sonriendo.

  —He... ¿He hecho algo gracioso? —preguntó, aún estupefacta.

  —Oh, a ti no te lo debe parecer pero la cara que has puesto al ver quien era es irrepetible —sonrió la Solea mientras le ponía una mano en el brazo— Tú debes ser... Liale ¿Verdad? Yo soy Zelfora y acabo de llegar y no te preocupes, no vengo a por ti. Tu madre me ha contado que alguna vez te amenazó en enviarte a nuestra orden si no te comportabas. Y quita esa cara de asustada, que no muerdo —volvió a sonreír mientras se ajustaba el chal— ¿Mejor? Ahora ya no se ven los soles.

  —Ehm... uh... es Liaele, no Liale y yo... debería...

  —Oh, sí, no te distraigo mas. Espero que esta noche nos volvamos a ver —y se marchó, mientras Liaele se quedaba aún conmocionada en medio del pasillo.

  Quizás pasaron unos minutos, puede que mas, cuando Liaele prosiguió hacia la cámara de su madre, el caso es que estuvo un buen rato procesando lo que acababa de pasar, «¿Se estaba burlando de ella esa sacerdotisa de los soles? ¿Directamente era siempre así o intentó provocarla de algún modo? Quizás luego, en la cena, lo descubriera, aunque no tenía demasiada prisa». Curiosamente, o tampoco tanto, nadie le dijo nada mientras estaba ahí parada, se cruzó con uno o dos sirvientes y incluso le pareció ver un buen grupo de gente pasar por el pasillo de delante, no eran criados y uno de ellos llegó a observarla descaradamente. No, no tenía demasiado sentido. Mientras pensaba llegó a la habitación, la puerta estaba entreabierta y la luz se filtraba por el hueco, curiosamente tampoco estaban los dos guardias que tenía su madre desde que un día intentaron atacarla en su propia habitación, peculiar silencio, todo desprendía una extraña aura...


  —¡¿Cómo?! ¿Nos dejas así? —replicó la Pequeña.

  —Perdona, pero me acabo de acordar de que el último día lo dejé con los chicos, sería lógico que hubiera empezado con ellos —respondió tranquilamente Nephti— Cuando me he dado cuenta ya tenía un buen fragmento empezado y me sabía mal dejarlo a medias...

  —¡Mentirosa! Seguro que lo haces a propósito... ¡Quieres que me quede sin uñas!

  —Puede ser, pero estoy contando yo la historia. Venga, voy a seguir.


  Faenn subía por la escalerilla del palacete tranquilamente, era el último en subir así que no tenía la presión de tener alguien detrás esperando, tenía unos peldaños bastante reducidos aunque se notaba que los sirvientes que la usaban ya sabían donde colocar los pies para subir rápido ya que estaban muy desgastados en ciertos sitios, al llegar a la segunda planta se producía un severo cambio en la decoración al pasar de las plantas del servicio a las habitaciones de los invitados y la familia del marqués. Gaevlien estaba dando instrucciones cuando sacó la cabeza desde la escalerilla para observar la planta y así seguía cuando ya llegó y había dejado de observar.

  —Al ático subiremos Ralyr, Erris y yo, que nos conocemos mas el palacete y ahí no cabemos todos de  golpe —comentaba Gaev en ese momento— Luego bajaremos, les daremos las cajas de lo que hayamos conseguido a Torem y Tiroun, y saldremos por esta misma escalerilla.

  —¿Y por qué subes tu al ático? Si es la primera vez que estás aquí, yo en cambio... —comentó un chico desde detrás de Faenn, el hijo del sastre parecía.

  —Yo soy el líder del grupo y ahí solo cabemos tres ¿Acaso sabes que hay que buscar?

  —¿Y solo vamos a hacer eso? Me prometiste que iríamos a las cocinas a conseguir algún pastel... —dijo Deloir, el del carnicero, mientras algunos chicos mas asentían ante su comentario.

  —No dije nada de bajar a las cocinas, seguro que lo soñaste, tu sólo sueñas en comida.

  —Erris me ha dicho que si volvemos por la escalerilla y giramos dos veces a la izquierda por el pasillo estaremos en las cocinas, yo me voy, no voy a arriesgarme por tus tonterías. Quien quiera bajar conmigo que me siga —replicó Deloir y se fue junto a unos cuantos chicos que le siguieron.

  —Parece que Deloir tiene mas madera de líder. Tiene la cabeza para liderar un grupo, o mas bien la barriga —comentó Tiroun entre risas.

  —Bueno, al menos me he quedado con los buenos del grupo, vamos chicos —dijo Gaev, y siguieron por los pasillos.

  Mientras avanzaban hacia la escalera al ático tuvieron la suerte de no encontrarse con nadie, al menos por esos pasillos circundantes no había nadie. Faenn no estaba demasiado emocionado con el plan y se fiaba poco de que realmente no hubiera nadie y mirando con cuidado al pasillo centrar pudo ver algún criado pasar concentrado en su trabajo, también vio una chica, parada en medio y mirando la pared, como si no hubiera nada mas, Torem se quedó embobado mirándola y Faenn tuvo que arrastrarlo antes de que ella pudiera decidir mirar hacia donde estaban ellos.

diumenge, 30 d’octubre del 2011

Capítulo I: ¿Qué puede salir mal? (2)

  Liaele se encontraba, como de costumbre, en su cuarto y Nira, su antigua nodriza, le estaba cepillando el pelo cuidadosamente, aún así no podía evitar soltar algún quejido cuando le alisaba un enredo por medio de la fuerza. "Una mujer adulta sabe aguantar un simple tirón sin tener que quejarse", le estaba diciendo Nira cuando llamaron a la puerta.

  —Adelante —respondió tras alisarse levemente el vestido y erguirse un poco.

  —He vuelto, hermanita. Antes del festival solar, como prometí —dijo su hermano a la vez que cruzaba la puerta— Padre no vendrá, por si tenías alguna duda.

  —Oh... me alegro al menos de tenerte a ti, aunque llegas muy justo...

  —¿Acaso alguna vez te he faltado en mis promesas? No deberías dudar de mí.

  —Ya... pero... ¡Ay! Duele... —Liale arrugó la naricita a la vez que miraba con un gesto enfadado a su antigua nodriza, gesto que desapareció al instante al ser hostigada por la desaprobadora mirada de esta— Sí, ya lo se... no debo quejarme ni gritar, pero no es tu cabeza la que estás maltratando...

  —Veo que estás ocupada —sonrió su hermano— Recuerda que por el festival tenemos una cena importante, cuando te canses de toda la diversión ya te contaré mis aventuras. Ah, y madre te buscaba. Cuando estés arreglada ve a verla en su cuarto. Nos vemos, hermanita.

  Y se fue sin dar opción a replica alguna mientras Liaele se quedó pensativa, observando la posición donde estaba su hermano hace unos instantes, «¿Qué querrá madre para enviar a mi hermano a buscarme? ¿Estaré en algún lío?».

  —Vuelve al mundo y escoge un vestido para esta noche, ¿O aún no eres lo bastante mayor para escogerte tu propia ropa? —dijo Nira tras ofrecerle una cálida sonrisa.

  Escogió un largo vestido granate con bordados dorados, mangas de rejilla para no ahogarse en las altas temperaturas de verano, un fajín negro con detalles de oro y rubíes, y finalmente unos finos guantes con filigranas rojizas. Una vez vestida, Nira le hizo una larga trenza con su espesa cabellera rojiza que adornó con unas cuentas de ónice oscuro. Finalmente se puso unas sandalias de cuero negro y Nira le pintó las uñas de carmín. Cuando ya estaba vestida se puso un brazalete dorado en la muñeca derecha, se colgó su collar con el medallón de aguamarinas y el anillo trenzado de también aguamarinas en el dedo índice izquierdo. Lista ya, se encaminó hacia el pasillo, no si antes recibir alguna regañina por su postura por parte de Nira, asintió sin hacer demasiado caso y se fue hacia la cámara de su madre.



  —Llegas tarde —dijo Gaev al ver a Faenn acercarse por la calle.

  —No es que tenga demasiada prisa para acabar castigado —respondió Faenn mientras saludaba a los chicos con la mano— Que los soles os iluminen, chicos. Bien, ¿dónde vamos y cual es el plan?

  —Respira hondo y no montes una, recuerda que aceptaste venir. Vamos al palacete del marqués.

  —¡¿Qué? ¿Te has vuelto loco?! ¡Podemos acabar en los calabozos... o muertos!

  —Suerte que te he avisado... —murmuró Gaev— No es una locura, los criados tienen la noche libre en mayoría y el resto está fuera preparando la cena. Cena donde estará la marquesa y toda la casa, así que no habrá nadie, además Ralyr, que su hermano trabaja en la casa, nos ha conseguido la llave del patio trasero. Una vez dentro solo tenemos que subir al ático dónde están los cohetes del Técnico y Erris conoce una escalerilla antigua de servicio que nos subirá al segundo piso directamente. ¿Qué puede salir mal?

dijous, 27 d’octubre del 2011

Capítulo I: El festival solar (1)

  El sol empezaba a descender a medida que la tarde iniciaba y sus rojizos y brillantes dedos se filtraban a través de los grandes ventanales de la torre. Nephti escribía en su escritorio mientras su pupila, Milva, dormía abrazada a la otra, Shani. El invierno se aproximaba, poco a poco, y pronto la torre quedaría totalmente aislada en las montañas pero sus gruesas paredes, las calderas del sótano y los hogares encendidos a cada planta la mantenían siempre a una temperatura ideal. "Toc-Toc" sonó la madera de la puerta al ser golpeada y seguidamente se abrió la puerta.

  —¿Puedo pasar, señora Nephti? —dijo la pequeña a la vez que daba un saltito y entraba en el despacho haciendo volar por los aires sus dos largas coletas oscuras.

  —Claro que sí, pero no hagas mucho ruido. —respondió Nephti a la vez que se giraba hacia la puerta junto su silla, un gran invento que permitía girar 360 grados sin desplazar las patas de sitio— Están durmiendo, estaban...

  —Hola, pequeña —dijeron las dos muchachas a la vez mientras de desperezaban— ¿A qué has venido?No te habrás portado mal ¿Verdad?

  —No, no... he venido... porque... —dijo la pequeña, cruzando las manos detrás de ella y bajando la mirada al suelo.

  —Oh, creo que ya se, quieres continuar el cuento ¿no? —sonrió Nephti al ver que los grandes ojos de la pequeña se iluminaban— Qué, jovencitas, ¿os apuntáis a una historia?

  —No hace falta que lo digas dos veces —respondió Shani.

  —Excelente, mientras suben algo de comer, os acomodáis alrededor del fuego y empezaré...

 

  Faenn salía de la forja de su tío antes de que terminara su turno ya que no quedaba nada que hacer. Como cada verano, el gran sol blanco -Naos- eclipsaba al segundo sol que poco a poco iba desapareciendo detrás de la gran luz de Naos. Cuando se dirigía a su casa alguien le llamó, era Gaevlien junto a otros chicos de la villa.

  —Eh, herrero aburrido ¿te apuntas a darle un poco de diversión a estas vidas? —le dijo Gaevlien entre risas.

  —Estoy demasiado cansado para acabar corriendo a escondernos y además ya sabes que tu madre de alguna forma siempre sabe cuando tramas algo.

  —Jé, siempre lo he sabido pero ¿acaso me has visto rendirme? —Gaevlien sonrió a la vez que le daba unos golpecitos en el hombro— Pero tienes razón... aunque tengo un plan. Te ofrezco un trato, ahora vamos, nos sentamos, descansamos y todas esas cosas que tanto te gustan y a cambio esta noche te vienes conmigo sin rechistar.

  Faenn suspiró, «como si tuviera alguna otra opción. Si se iba a su casa le seguirían y luego le obligarían a venirse ya que habían hecho lo que él quería». Volvió a suspirar y asintió.

  —De acuerdo, vamos.



  Gaev sonrió, de momento parecía favorable a su plan. Si Faenn se hubiera negado no podría haberle obligado a venir y tampoco caería en amenazas o chantajes, era su amigo, mas que todos esos que le seguían a todas partes. Esa noche era el festival solar y celebraban que cuando salieran los soles ya solo aparecería Naos solo, el día mas caluroso de verano y el fin de el año. Había venido un Técnico de fuego para lanzar fuegos artificiales y con la distracción de la fiesta toda la villa de Maer estaría distraída, quizás podría hacerse con uno de esas cosas que los Técnicos usaban para iluminar el cielo, los cohetes. Cuando llegaron a casa de Faenn, se sentaron en el porche mientras su tía les traía unas galletas y leche para merendar. Faenn había perdido su padres de pequeño, en un incendio, desde entonces vivía con sus tíos y trabajaba junto su tío en la herrería que había sido de ellos y ahora la llevaba su tío hasta que él tuviera la edad para encargarse del negocio. Aunque se negara a admitirlo, Gaev sabía que Faenn era un excelente herrero, casi a nivel de los años de experiencia de su tío y a la leyenda que fue su padre.

  —¿Cuales son vuestros deseos para este nuevo año? —les preguntó a los otros.

  —Yo espero que mi padre me deje encargarme de la granja, al menos que pueda hacer algo sin tener que estar supervisado por alguien —respondió Erris, el hijo de la Granja Peregar.

  —Recuerdo que lo hizo una vez y casi le quemas los cerdos junto las vacas. —se puso a reír Deloir, el hijo del carnicero— Mi padre estará encantado si se cumple, esa vez pudo comprar unas cuantas vacas algo chamuscadas que ya no podían dar mas leche y encima por unas míseras monedas.

  Erris se puso todo rojo e intentó esconderse detrás de su vaso de leche mientras el resto reía incontrolablemente, excepto Faenn, claro, que le dio unos golpecitos en el hombro para animarlo.

  —Yo con que Maer sea un poco menos aburrido el año que viene —dijo Gaev terminando en un largo suspiro.

  —Ya me gustaría a mi poderme ir de caza, al menos no es cada día lo mismo —le respondió Torem, el hijo del leñador.

  —¡Mirad, chicos! Ha llegado Tiroun y los mineros de Itue —dijo Samelie que venía corriendo por la calle mientras señalaba a un grupo de dos carretas que llegaba desde el Oeste.

  —¡Faenn, ayudame a llevar esto! —grito su tía desde la cocina.

  —Cada uno para su lado, nos vemos mas tarde ¿eh? —sonrió Gaevlien mientras se retiraba.


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dimarts, 25 d’octubre del 2011

Prólogo: Cuenta la leyenda.

  —Vamos, pequeña, es hora de dormir —dijo cariñosamente la mujer.

  —¡Ya soy mayor! —se quejó la pequeña—. Además aún no es de noche... ¿Podrías contarme un cuento?

  —Creía que los cuentos eran para las niñas pequeñas y tu ya eres ya tan adulta...

  —¡No! Eh... espera. —cortó la pequeña—. Era... solo... ¡Por aprovechar la luz del día! —sonrió satisfecha de su respuesta.

  —Ah, pues entonces que así sea. ¿Alguna preferencia?

  —¡Que tenga grandes y apuestos caballeros! Y... ¡Princesas en apuros!¡Muchas aventuras! Quiero... la mejor historia del mundo, señora Nephti —exclamó emocionada la pequeña.

  —La mejor historia... eso tendrás que decidir tú. Bien, cuenta la leyenda que en un mundo muy diferente al nuestro pero a la vez similar había un gran guerrero, o eso decían, quizás fuera una mujer...



"Blandía un masivo martillo que él mismo forjó en una fragua abismal, 
el martillo de Nef se llamaba, y con él aplastaba sus adversarios junto su fuerza colosal.
Imponente era y castaña barba portaba, trenzada con bronce fundido,
su rostro cobrizo brillaba junto su melena, su presencia desalentaba al mas aguerrido.
¡Androhil se llamaba y de la tierra salió para...!"

  —¡Borracho! —gritó un hombre al juglar—. Todo el mundo sabe que el gran Androhil no era así, primero era rubio y el mejor arquero de todos los reinos ¿Cómo iba un arquero a luchar con un martillo?

  —¡Eso!¡Este juglar es un vendido de Tidrim! —aulló la masa borracha de la taberna.

  —No les hagas caso, jovencito —murmuró un alto hombre de melena cenicienta a su hijo—. Todos sabemos que el gran Androhil era de Isnd y por eso era bello, apuesto y liberó el mundo gracias a sus dotes de seducción y diplomacia.


  —"Androhil era el mejor estratega, el mas grande de los guerreros, con su mente, un escudo y su lanza, se levantó contra el Imperio y trajo al pueblo con él, desde el mas simple campesino de los ahora ocho reinos, luchó por nuestra libertad y así el abusivo poder del Imperio terminó y nacieron los reinos. Pero él seguía siendo un guerrero, se quedó en las tierras fronterizas para defender lo que había liberado del mal proveniente de mas allá de las Tierras funestas". Eso dijo el Primer General de Alioth a su hijo según sus memorias. —dijo la institutriz a la vez que dejaba el libro en la mesita de noche— Aquí decimos que Androhil el libertador era totalmente diferente, pero si has escuchado atentamente la historia subyacente verás que es la misma, aquí, en Kaff o en Atira, él nos liberó del Imperio y creó los ocho reinos. Bien, ¿en qué año fue eso, jovencita?

  —¿eh? ¿1702?

  —Estamos en el año 1253, señorita, ¿O se refiere al 1702 antes de la Helada? ¿Acaso no me estaba escuchando?

  —Yo... —dijo la joven buscando con la mirada alguna respuesta.

  —Bien, ya tiene algo que hacer con ese tiempo que tanto le sobra, señorita Liaele, le dejo aquí el libro para que se lo lea y ya me responderá. Ah, y no cenará hasta que tenga esa respuesta.

  —¡No...! —se quejó Liaele a la vez que veía salir a la institutriz de su cambra.



  —Bien, ¿Qué te ha parecido la historia?

  —¡Horrible! Digo, perdón, no me ha gustado —respondió la pequeña a Nephti—. Y... ¿Ya ha acabado? Yo quería saber que le pasaba a la señorita Liaele...

  —Otro día será, otro día —dijo Nephti a la vez que dejaba a la pequeña para que durmiera.


Capítulo I>