dijous, 27 d’octubre del 2011

Capítulo I: El festival solar (1)

  El sol empezaba a descender a medida que la tarde iniciaba y sus rojizos y brillantes dedos se filtraban a través de los grandes ventanales de la torre. Nephti escribía en su escritorio mientras su pupila, Milva, dormía abrazada a la otra, Shani. El invierno se aproximaba, poco a poco, y pronto la torre quedaría totalmente aislada en las montañas pero sus gruesas paredes, las calderas del sótano y los hogares encendidos a cada planta la mantenían siempre a una temperatura ideal. "Toc-Toc" sonó la madera de la puerta al ser golpeada y seguidamente se abrió la puerta.

  —¿Puedo pasar, señora Nephti? —dijo la pequeña a la vez que daba un saltito y entraba en el despacho haciendo volar por los aires sus dos largas coletas oscuras.

  —Claro que sí, pero no hagas mucho ruido. —respondió Nephti a la vez que se giraba hacia la puerta junto su silla, un gran invento que permitía girar 360 grados sin desplazar las patas de sitio— Están durmiendo, estaban...

  —Hola, pequeña —dijeron las dos muchachas a la vez mientras de desperezaban— ¿A qué has venido?No te habrás portado mal ¿Verdad?

  —No, no... he venido... porque... —dijo la pequeña, cruzando las manos detrás de ella y bajando la mirada al suelo.

  —Oh, creo que ya se, quieres continuar el cuento ¿no? —sonrió Nephti al ver que los grandes ojos de la pequeña se iluminaban— Qué, jovencitas, ¿os apuntáis a una historia?

  —No hace falta que lo digas dos veces —respondió Shani.

  —Excelente, mientras suben algo de comer, os acomodáis alrededor del fuego y empezaré...

 

  Faenn salía de la forja de su tío antes de que terminara su turno ya que no quedaba nada que hacer. Como cada verano, el gran sol blanco -Naos- eclipsaba al segundo sol que poco a poco iba desapareciendo detrás de la gran luz de Naos. Cuando se dirigía a su casa alguien le llamó, era Gaevlien junto a otros chicos de la villa.

  —Eh, herrero aburrido ¿te apuntas a darle un poco de diversión a estas vidas? —le dijo Gaevlien entre risas.

  —Estoy demasiado cansado para acabar corriendo a escondernos y además ya sabes que tu madre de alguna forma siempre sabe cuando tramas algo.

  —Jé, siempre lo he sabido pero ¿acaso me has visto rendirme? —Gaevlien sonrió a la vez que le daba unos golpecitos en el hombro— Pero tienes razón... aunque tengo un plan. Te ofrezco un trato, ahora vamos, nos sentamos, descansamos y todas esas cosas que tanto te gustan y a cambio esta noche te vienes conmigo sin rechistar.

  Faenn suspiró, «como si tuviera alguna otra opción. Si se iba a su casa le seguirían y luego le obligarían a venirse ya que habían hecho lo que él quería». Volvió a suspirar y asintió.

  —De acuerdo, vamos.



  Gaev sonrió, de momento parecía favorable a su plan. Si Faenn se hubiera negado no podría haberle obligado a venir y tampoco caería en amenazas o chantajes, era su amigo, mas que todos esos que le seguían a todas partes. Esa noche era el festival solar y celebraban que cuando salieran los soles ya solo aparecería Naos solo, el día mas caluroso de verano y el fin de el año. Había venido un Técnico de fuego para lanzar fuegos artificiales y con la distracción de la fiesta toda la villa de Maer estaría distraída, quizás podría hacerse con uno de esas cosas que los Técnicos usaban para iluminar el cielo, los cohetes. Cuando llegaron a casa de Faenn, se sentaron en el porche mientras su tía les traía unas galletas y leche para merendar. Faenn había perdido su padres de pequeño, en un incendio, desde entonces vivía con sus tíos y trabajaba junto su tío en la herrería que había sido de ellos y ahora la llevaba su tío hasta que él tuviera la edad para encargarse del negocio. Aunque se negara a admitirlo, Gaev sabía que Faenn era un excelente herrero, casi a nivel de los años de experiencia de su tío y a la leyenda que fue su padre.

  —¿Cuales son vuestros deseos para este nuevo año? —les preguntó a los otros.

  —Yo espero que mi padre me deje encargarme de la granja, al menos que pueda hacer algo sin tener que estar supervisado por alguien —respondió Erris, el hijo de la Granja Peregar.

  —Recuerdo que lo hizo una vez y casi le quemas los cerdos junto las vacas. —se puso a reír Deloir, el hijo del carnicero— Mi padre estará encantado si se cumple, esa vez pudo comprar unas cuantas vacas algo chamuscadas que ya no podían dar mas leche y encima por unas míseras monedas.

  Erris se puso todo rojo e intentó esconderse detrás de su vaso de leche mientras el resto reía incontrolablemente, excepto Faenn, claro, que le dio unos golpecitos en el hombro para animarlo.

  —Yo con que Maer sea un poco menos aburrido el año que viene —dijo Gaev terminando en un largo suspiro.

  —Ya me gustaría a mi poderme ir de caza, al menos no es cada día lo mismo —le respondió Torem, el hijo del leñador.

  —¡Mirad, chicos! Ha llegado Tiroun y los mineros de Itue —dijo Samelie que venía corriendo por la calle mientras señalaba a un grupo de dos carretas que llegaba desde el Oeste.

  —¡Faenn, ayudame a llevar esto! —grito su tía desde la cocina.

  —Cada uno para su lado, nos vemos mas tarde ¿eh? —sonrió Gaevlien mientras se retiraba.


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