divendres, 23 de desembre del 2011

Capítulo II: Algo comienza, algo termina (y 4)

  Liaele se despertó agitada, «¿una pesadilla?» Afuera llovía intensamente. «Quizás la tormenta me haya desvelado». El viento levantó la solapa de la pequeña tienda donde dormía. Un relámpago chasqueó el campamento como si la propia Tish lo azotara contra ellos e iluminó todo durante unos segundos. Unas sombras cenicientas se arrastraban por los rincones, sombras invisibles en la tormenta si no fuera por la momentánea luz. También vio a otras sombras sentadas alrededor de una hoguera, no parecían guardias. «¡Los chicos! Debían haberse despertado también...». Sin pensárselo ni un segundo se lanzó hacia ellos, corriendo con todas sus energías.

  —¡Eh! ¡Moveos, nos están atacando! —les gritó Liaele a pleno pulmón.

  Llegó al centro, justo entre ellos, casi encima de la hoguera. Nadie se había movido. Otro relámpago. La luz mostró otra vez el campamento. Los chicos la miraban, sí, pero con unos ojos vacíos. Torem sonrió, una sonrisa macabra a la vez que la garganta se le abría en una fina línea de sangre. Entonces vio una pequeña sombra detrás del cuerpo inerte del muchacho, se reía. Se reía de ella, por no haber podido hacer nada, por no haber sido capaz de salvar a nadie.



  —¿Una noche turbulenta? —sonó una voz encima de ella. Gaevlien estaba subido en una rama y le sonreía.

  —¿C-cómo...? —preguntó Liaele.

  —Bueno, al menos desde hace un rato has estado quejándote en sueños... o eso parecía —Gaev saltó de la rama y botó delante de ella— Te estaba esperando, quería hablar contigo... cuando tengas un momento, claro.

  Gaev la miró, con una mirada muy seria para ser suya, y se dio la vuelta para alejarse lentamente, con una sonrisa de vuelta en su cara.

  —E-espera... si me das un segundo ahora puedo —Liaele intentó ofrecerle una sonrisa lo menos forzada.

  Suspiró, todo había sido una pesadilla, aunque difícilmente se olvidaría de esas miradas, de esa risa. Miró fijamente a Gaevlien, él y los otros chicos habían perdido todo, en cuestión de días y sin ni siquiera poder despedirse. Se los había llevado en contra de su voluntad de su pueblo, el pueblo que en teoría debería defender. Y ahora parecía ser lo único que quedaba de la nobleza de Maer y el pueblo ya no existía.

  —Lo siento... por mi culpa ahora estáis sin nada... habéis perdido todo... yo... —intentó disculparse Liaele.

  —Já, ¿y tu no has perdido nada? Yo puedo cazar en otro lugar y no creo que se quejen demasiado, herreros como Faenn siempre van buscados y ni árboles ni rocas faltan para Torem y Tiroun. En cambio no se si en cualquier otra villa te aceptarán solo por ser quien eres ¿Eh? —dijo Gaev, el chico que parecía la felicidad personificada— Encima no digas que es por tu culpa, al contrario, si no fuera por ti estaríamos en Maer y si que lo habríamos perdido todo. Hay quien le cuesta admitirlo, pero es así...

  Liaele levantó levemente la ceja izquierda y se fijó en el chico que tenía delante. Casi parecía mas feliz que cuando lo vio por primera vez en el palacete. Como la mayoría de la población de Maer, Gaev tenía el pelo castaño, pero era algo mas bajo que la mayoría y mucho mas delgado que sus compañeros –que los tres tenían unos brazos que era incapaz de rodear usando las dos manos, aunque sus manos tampoco es que fueran destacables por su tamaño, mas bien por lo contrario– tenía unos ojos que transmitían esa felicidad y por primera vez se fijó, tenía un ojo mas oscuro que el otro, uno era totalmente marrón, en cambio el restante era una mezcla de verdes con tonalidades marrones, sonrió y se dirigió al chico.

  —C-cómo... ¿Cómo consigues estar tan... alegre después de todo... esto? —preguntó Liaele, ladeando levemente la cabeza— Incluso los soldados que se podría decir que viven cerca de la muerte están afectados... pero tú...

  —Yo... yo... —Gaev soltó una carcajada— ¿Qué gano estando preocupado? Encima cuando ya lo está todo el mundo. Estuve un tiempo meditando que podía hacer, sin resultados. Así que este es mi plan, intentar sonreír por todos, buscar el lado bueno de las cosas, je.

  Y dio media vuelta y se fue andando, pero antes de alejarse demasiado giró la cabeza y la miró.

  —Por cierto, no voy a presionarte, pero ahora estamos en tus manos, eres lo único que queda de Maer y no nos vas a dejar tirados en un pueblo cercano... y claro, tampoco te vamos a dejar a ti ¿De acuerdo? —dijo y se alejó sin dar posibilidad a una replica.

  —Eh... —Liaele parpadeó y observó como se alejaba el joven cazador.

  —No te creas nada que te diga, porque vaya sonriente por el mundo no habla por todo el mundo —dijo una voz cerca de ella, ligeramente atrás— Los malditos nobles estáis para algo, Maer era tu responsabilidad y de esos jodidos soldados... y no habéis dejado nada.

  Liaele se giró y vio al fornido leñador, Torem, alejarse a paso rápido. Al menos no tuvo que ver esa mirada que le recordaba a las gargantas rebanadas. Suspiró y se puso a andar hacia la tienda de la Solea, el día solo acababa de empezar, tenía muchas decisiones que tomar y a los chicos bajo su responsabilidad.

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