dijous, 29 de desembre del 2011

Interludio II-III: Navidades en la Torre (Parte 2)

  El sol apenas había arrojado su primer brillante rayo a través de las altas ventanas cuando Milva se despertó. La luz solar iluminaba las puertas del alto armario y la pequeña cama sin deshacer a su lado. Shani, como cada noche, se encontraba durmiendo en su cama, desnuda. La primera vez que ocurrió, se sorprendió pero no había forma de impedirlo –una vez cerró con llave la puerta de su habitación y se la encontró durmiendo en la puerta, helada– así que al final les pusieron a las dos en una misma habitación con una cama ancha y otra pequeña por si acaso. Tampoco era una molestia, la sorprendió sobretodo al levantarse ya que nunca se enteraba durante la noche, ella se metía en su cama y dormía en un rincón.

  —Heh... Shani, ya es de día —dijo Milva mientras le daba unos golpecitos en la nariz— Hora de levantarse.

  —Hmgh... lo sé, solo esperaba a que despertaras tú —murmuró Shani, en una clara mentira.

  —Sabes que día es hoy, ¿Verdad? —le preguntó Milva mientras se envolvía  con las sábanas para frenar el helado aire matinal.

  —¿Domingo? —contestó Shani, ya se había levantado y vagaba desnuda por la habitación, seguramente buscando el armario.

  —Sí, claro. ¿Nada mas? Hoy es Navidad, elfa zombie, y el armario está allí —señaló Milva.

  —¿Navidad? ¿Tan pronto? —Shani abrió el armario y empezó a rebuscar— Hm... entonces deberíamos darnos prisa, Pequeña estará arrancándose las uñas de la espera...  ¡Argh! ¿Cómo puedes tener tanta ropa aquí? Y además hay cosas que nunca has llevado.

  —Yo me pregunto como puedes tener tan poca. —comentó Milva a la vez que se ponía un batín y se acercaba al armario— Aunque seguro que si pienso un poco saldrían muchas mas preguntas... Como... ¿No tienes frío yendo desnuda? Yo estoy helada...



  El astro solar ya había ascendido los suficiente para sobresalir entre las altas montañas que circundaban la torre cuando las dos ya bajaron hacia la sala común. Como siempre, ella se había tomado su tiempo para vestirse y Shani la había estado presionando para que se diera prisa, lógicamente ella se lo había tomado con una fingida calma con tal de molestarla ligeramente, sonrió y entraron en la sala. Desde las escaleras vieron a Pequeña sentada, jugando con Shiznabel, y justo cuando llegaron hasta el árbol, entró Nephti acompañada por Ilesora Celeste, que había tomado la forma de una pequeña mariposa y hablaba desde el hombro de la Maestra.

  —Buenos días, podéis ir abriendo los regalos ya, que me han informado que la comida estará lista pronto y deberíamos haber terminado para ese momento —dijo Nephti en tono solemne aunque nadie pareció darse mas prisa de la que se habría dado, un "pronto" de Nephti era algo muy relativo— Además, recordad que tras la cena podríamos seguir con la historia, aprovechando que estamos todos reunidos.



    El fuego crepitaba frente el ancho sillón donde Shani se encontraba y ella observaba sus llamas danzar en el interior del hogar. Estiró las piernas y acarició con las plantas de los pies la gruesa alfombra circular en la que estaban situados los sillones –le gustaba hacer eso, sobretodo cuando llevaba medias como hoy–, desvió la mirada a su alrededor, Milva dormía acurrucada en el sillón de su lado, tenía un sueño fácil y ligeramente profundo, sonrió al verla dormir tan feliz como Pequeña que jugaba con sus regalos nuevos; al otro lado de la habitación, detrás del fuego y el hueco para las calderas, estaba el árbol y junto a él se encontraba Nephti y los demás profesores, tomando un café después de la comida y charlando. Volvió su mirada otra vez a las llamas y esperó.

  —Bien, Shani, despierta a Milva e id volviendo a la mesa —dijo Nephti al cabo de un rato a la vez que se dirigía hacia Pequeña— Ahora subirán unas galletas y seguiremos con la historia...

diumenge, 25 de desembre del 2011

Interludio II-III: Navidades en la Torre (Parte 1)

  Pequeña se levantó de un salto de su cama, el sol salía por el horizonte montañoso y había oído algunos pájaros piar, oficialmente ya era de día y eso significaba que podía abrir los regalos, dijeran lo que dijeran. Se puso las peludas zapatillas con forma de zarpas de... algo peludo, no importaba, eran calentitas y graciosas y no necesitaba nada mas. Con las zapatillas puestas cogió su capucha de oso panda, también peluda –como le gustaban las cosas peludas y mulliditas, mas si se parecían a algún animal– se aseguró de no dejarse nada, no iba a permitir que la hicieran volver a la habitación a recoger algo que se hubiera dejado y perdiera tiempo con sus regalos, y salió correteando hacia las escaleras para bajar hacia la sala común.

  La ancha escalera de caracol que conectaba todas las habitaciones de la Torre era de las pocas que no estaban totalmente heladas durante la noche gracias a que en la parte inferior conectaban con las cocinas y sus grandes calderas, no estaban tan cálidas como las habitaciones o la sala común ni de cerca pero al menos permitían bajar a la sala común sin tener que vestirse con ropa adecuada. En un día cualquiera, Pequeña habría bajado directamente con el pijama sin problemas pero hoy tenía que asegurarse de que nadie la hiciera volver. Abrió las puertas corredizas de la sala común y bajó dando saltitos por la mullida escalinata cubierta por una desgastada moqueta.

  —Recuerda que aún no puedes abrir nada —dijo el enorme hombre-gato, Shiznabel— Aunque, claro, puedes mirar.

  —¡Shi-Shi! No te habré despertado ¿Verdad? —contestó Pequeña mientras brincaba hacia Shiznabel— ¡Feliz Navidad, Shi-Shi!

  Pequeña abrazó al peludo hombre-gato y este ronroneó levemente, la cogió en brazos y la llevó hasta el árbol de navidad situado frente a uno de los grandes hogares que calentaban la sala.

  —Jo, Jo, Jo. Feliz Navidad a ti también. Ahora siéntate y busca tus regalos, como haces siempre, yo iré a informar a la señora Nephti de que ya andas por aquí —dijo Shiznabel entre sus graves risas.

  Pequeña empezó a curiosear los paquetes envueltos bajo el árbol y los clasificó entre los suyos y los que no lo eran –no es que el resto no le importaba, solo que los clasificaría mas tarde–. Sonrió al encontrar el primero,  un regalo envuelto con papel amarillo y un lacito simple y la etiqueta Para: Pequeña, De: Shiznabel –una vez le preguntaron si le extrañaba que la llamaran solo Pequeña y que no tuviera otro nombre, que no tenía nombre, já! Pequeña era su nombre y era mas original que los suyos, seguro–, lo dejó en un rincón, separado del resto y siguió buscando. El siguiente que encontró iba con un papel de envolver de un color etéreo que parecía cambiar cada vez que se fijaba en él. Nephti siempre envolvía los regalos de formas curiosas y con papeles que cada vez la sorprendían. Apiló tres regalos mas, uno de Milva y Shani con una bonita flor hecha con papiroflexia; otro de la profesora Celeste, envuelto con muchas capas de papeles transparentes de diferentes colores; y finalmente uno de Nasque, un alumno avanzado que ya se pasaba la mayor parte del tiempo fuera de la torre.

Continuará...

divendres, 23 de desembre del 2011

Capítulo II: Algo comienza, algo termina (y 4)

  Liaele se despertó agitada, «¿una pesadilla?» Afuera llovía intensamente. «Quizás la tormenta me haya desvelado». El viento levantó la solapa de la pequeña tienda donde dormía. Un relámpago chasqueó el campamento como si la propia Tish lo azotara contra ellos e iluminó todo durante unos segundos. Unas sombras cenicientas se arrastraban por los rincones, sombras invisibles en la tormenta si no fuera por la momentánea luz. También vio a otras sombras sentadas alrededor de una hoguera, no parecían guardias. «¡Los chicos! Debían haberse despertado también...». Sin pensárselo ni un segundo se lanzó hacia ellos, corriendo con todas sus energías.

  —¡Eh! ¡Moveos, nos están atacando! —les gritó Liaele a pleno pulmón.

  Llegó al centro, justo entre ellos, casi encima de la hoguera. Nadie se había movido. Otro relámpago. La luz mostró otra vez el campamento. Los chicos la miraban, sí, pero con unos ojos vacíos. Torem sonrió, una sonrisa macabra a la vez que la garganta se le abría en una fina línea de sangre. Entonces vio una pequeña sombra detrás del cuerpo inerte del muchacho, se reía. Se reía de ella, por no haber podido hacer nada, por no haber sido capaz de salvar a nadie.



  —¿Una noche turbulenta? —sonó una voz encima de ella. Gaevlien estaba subido en una rama y le sonreía.

  —¿C-cómo...? —preguntó Liaele.

  —Bueno, al menos desde hace un rato has estado quejándote en sueños... o eso parecía —Gaev saltó de la rama y botó delante de ella— Te estaba esperando, quería hablar contigo... cuando tengas un momento, claro.

  Gaev la miró, con una mirada muy seria para ser suya, y se dio la vuelta para alejarse lentamente, con una sonrisa de vuelta en su cara.

  —E-espera... si me das un segundo ahora puedo —Liaele intentó ofrecerle una sonrisa lo menos forzada.

  Suspiró, todo había sido una pesadilla, aunque difícilmente se olvidaría de esas miradas, de esa risa. Miró fijamente a Gaevlien, él y los otros chicos habían perdido todo, en cuestión de días y sin ni siquiera poder despedirse. Se los había llevado en contra de su voluntad de su pueblo, el pueblo que en teoría debería defender. Y ahora parecía ser lo único que quedaba de la nobleza de Maer y el pueblo ya no existía.

  —Lo siento... por mi culpa ahora estáis sin nada... habéis perdido todo... yo... —intentó disculparse Liaele.

  —Já, ¿y tu no has perdido nada? Yo puedo cazar en otro lugar y no creo que se quejen demasiado, herreros como Faenn siempre van buscados y ni árboles ni rocas faltan para Torem y Tiroun. En cambio no se si en cualquier otra villa te aceptarán solo por ser quien eres ¿Eh? —dijo Gaev, el chico que parecía la felicidad personificada— Encima no digas que es por tu culpa, al contrario, si no fuera por ti estaríamos en Maer y si que lo habríamos perdido todo. Hay quien le cuesta admitirlo, pero es así...

  Liaele levantó levemente la ceja izquierda y se fijó en el chico que tenía delante. Casi parecía mas feliz que cuando lo vio por primera vez en el palacete. Como la mayoría de la población de Maer, Gaev tenía el pelo castaño, pero era algo mas bajo que la mayoría y mucho mas delgado que sus compañeros –que los tres tenían unos brazos que era incapaz de rodear usando las dos manos, aunque sus manos tampoco es que fueran destacables por su tamaño, mas bien por lo contrario– tenía unos ojos que transmitían esa felicidad y por primera vez se fijó, tenía un ojo mas oscuro que el otro, uno era totalmente marrón, en cambio el restante era una mezcla de verdes con tonalidades marrones, sonrió y se dirigió al chico.

  —C-cómo... ¿Cómo consigues estar tan... alegre después de todo... esto? —preguntó Liaele, ladeando levemente la cabeza— Incluso los soldados que se podría decir que viven cerca de la muerte están afectados... pero tú...

  —Yo... yo... —Gaev soltó una carcajada— ¿Qué gano estando preocupado? Encima cuando ya lo está todo el mundo. Estuve un tiempo meditando que podía hacer, sin resultados. Así que este es mi plan, intentar sonreír por todos, buscar el lado bueno de las cosas, je.

  Y dio media vuelta y se fue andando, pero antes de alejarse demasiado giró la cabeza y la miró.

  —Por cierto, no voy a presionarte, pero ahora estamos en tus manos, eres lo único que queda de Maer y no nos vas a dejar tirados en un pueblo cercano... y claro, tampoco te vamos a dejar a ti ¿De acuerdo? —dijo y se alejó sin dar posibilidad a una replica.

  —Eh... —Liaele parpadeó y observó como se alejaba el joven cazador.

  —No te creas nada que te diga, porque vaya sonriente por el mundo no habla por todo el mundo —dijo una voz cerca de ella, ligeramente atrás— Los malditos nobles estáis para algo, Maer era tu responsabilidad y de esos jodidos soldados... y no habéis dejado nada.

  Liaele se giró y vio al fornido leñador, Torem, alejarse a paso rápido. Al menos no tuvo que ver esa mirada que le recordaba a las gargantas rebanadas. Suspiró y se puso a andar hacia la tienda de la Solea, el día solo acababa de empezar, tenía muchas decisiones que tomar y a los chicos bajo su responsabilidad.

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dimecres, 7 de desembre del 2011

Capítulo II: Retorno (3)

  —Buenas tardes. ¿Tardes? uhm... no importa. Supongo que en estos días se habrán olvidado un poco de como iban las cosas, ¿cierto? Bien, si no es así siéntase libres de avanzar hasta el punto donde se quedaron, obviando esta introducción —dijo Nephti— ¿Siguen ahí? Supongo que eso significa que desean un breve resumen. Excelente, pues que así sea. Nos quedamos en que nuestros protagonistas habían huido de Maer debido a los extraños incidentes ocurridos ahí y se dirigían al Norte, en busca del tío de Liaele, la hija del Marqués, Gaevlien, Tiroun, Faenn y Torem la acompañaban junto a dos guardias del palacete del Marqués. Durante una noche, mientras acampaban una extraña señora, junto a dos hombres mas los rescataron de un supuesto ataque de unos Pálidos y se dirigieron al campamento de dicha señora. Y eso es todo, prosigamos...


  Habían llegado al campamento y, él y los chicos, estaban sentados alrededor de una hoguera, observando las llamas, sin saber que hacer, sin querer hacer nada. Cuando había oído que se dirigían al campamento del tío de Liaele, al que habían ido a buscar, se había imaginado que sería un campamento enorme, con tiendas, caballos, carromatos y muchos soldados, pero ahí no había mas que una tienda grande y una especie de parapeto, dos hogueras y unos pocos soldados. Faenn se sentía... deprimido, inútil. ¿Qué iban a hacer ahora que su mayor esperanza no llegaba ni para guarnecer una de esas torres abandonadas que habían encontrado? No se imaginaba como alguien podía dirigir todo eso, a él le daban ganas de cavar un hoyo y enterrarse en él para luego olvidarse de todo.

  —Todo está perdido, Maer está perdido, vamos a morir todos —gimió uno de ellos.

  Faenn no hizo ni el esfuerzo de levantar la cabeza para saber quien era, aunque estaba seguro de que Gaev no era, él era de los que siempre encontraban algo que hacer, incluso en las situaciones mas desesperadas, algo que podría acabar siendo inútil, acabar mal o ser la mayor de las tonterías del mundo, pero se le ocurría algo y así los mantenía ocupados a todos. Sin embargo, nunca se habían encontrado en una situación que llegara a ser algo mínimamente parecido a la que tenían que enfrentarse en esos momentos y pese a todo, confiaba en que Gaev sacaría un plan para seguir adelante. En cambio a él solo se le ocurrían ideas absurdas como empezar a correr hacia Maer empuñando su martillo de herrero para acabar con todo el mal o peor, empezar a correr hacia el lado opuesto y esconderse. No, tenía que haber algo que ellos podían hacer, algo que no fuera contemplar el crepitar de unas llamas, unas llamas bastante bonitas y cálidas...




  Llevaban ya unos días avanzando de vuelta a Maer, aunque a un ritmo ligeramente inferior al de ida dado que eran muchos mas y no había apenas caballos para tirar de las carretas. Él y los chicos andaban algo apartados del resto del grupo, como si realmente todo el mundo los evitara, Liaele si que los evitaba descaradamente, como si ahora que tenía su propia escolta de soldados ya no necesitara a los sucios aldeanos que los debía considerar. La única que mostraba un mínimo interés por ellos era la dama que los había rescatado, se llamaba Zelfora Recand y resultaba ser una Solea aunque poco mas se sabía de ella y pobre del que intentara hacerlo ya que se las vería con los dos guardianes que la acompañaban. Gaev lo tenía ya bien claro, después de haberlo intentado mas de una vez, nada pasaba por donde ellos dos o la dama Trecand no querían que pasara. Él seguía forzando su mente para que se le ocurriera algo parecido a un plan, y como plan se refería a algo viable que no implicara que acabaran todos muertos. Faenn decía que él siempre tenía un plan y no estaba equivocado, pero eso era antes, cuando lo peor que podía salir era que acabaran castigados unos días e incluso esos planes siempre acaban mal, en cambio las ideas que le daba Faenn para sus planes siempre eran brillantes. Sí, seguro que en esos momentos Faenn ya tendría un plan para arreglar las cosas.


  Liaele había ordenado expresamente que avanzaran a un ritmo lento y cauto desde que llegó ese rumor, sobretodo para ganar tiempo antes de que se confirmaran y dar la posibilidad a los exploradores a llegar a Maer y volver. 
  Había sido como si se le parara el corazón cuando su tío y la Solea le comentaron que había ese rumor, que al final impulsó a su tío a bajar hacia Maer antes y por eso se encontraron a mitad de camino, que había sido como si se le parara, tonterías, seguro que realmente había parado durante unos segundos, era una idea absurda incluso para un rumor que corría entre susurros y peores eran las ideas que le habían propuesto esos dos, que si podían evitar Maer directamente comentó su tío, que fueran todos a Isur les dijo la Solea. Lo peor era mirar a esos chicos, que la habían acompañado con sus mejores intenciones y ahora... le daban ganas de dejarse caer en el suelo y empezar a llorar. Así que como mas tardaran a llegar a Maer, mas podría retrasar esas decisiones y el decírselo a los chicos. ¿Y por qué ella? De acuerdo de que era la hija del Marqués, pero su tío también era alguien importante aunque fuera el cuarto hijo, ya tuviera unos buenos años encima, y la Solea, que le decía todo lo que debía hacer casi pero la obligaba a ella a decidir finalmente, ¿Por qué tenía que dirigir a todos? ¿Tendría que decírselo a todos cuando llegara el momento? El momento que llegó con los dos exploradores que volvieron cuando estaban a unas horas de llegar a Maer y decidieron acampar. "El rumor es cierto" fue todo lo que osaron decir. 
  Era el momento de decidir, el momento de decírselo a los chicos. Y así hizo, cuando estaban los cuatro sentados alrededor del fuego como cada noche se acercó y los miró uno a uno: "Maer ya no existe. El pueblo, el palacete, todo está vacío y no queda nada ni nadie".


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