dilluns, 14 de novembre del 2011

Capítulo II: Sin resultados (2)

  —Bien, primeramente quería informarles de que cierto ser –¿ser? sí, llamémosle ser— transmite sus mas sinceras disculpas a todos por ciertos lapsos temporales en la continuación de la historia causados por cierto mundo lleno de dragones y locos que quieren matarlos a gritos y su poca fuerza de voluntad. Dicho eso prosigamos —os dijo Nephti.

  —Señora Nephti, ¿Con quien hablas? ¿Quien se disculpa? —preguntó con curiosidad la Pequeña—. ¿Ocurre algo?

  —Oh, no ocurre nada. Sigamos con la historia ¿de acuerdo? —«Pobrecitas, aún sienten las alteraciones en el tiempo. Ni a vosotros, no saben que hay quien las ve y las observa» murmuró Nephti a la vez que volvía a la historia.


  —Llevamos ya casi un dos días andando y no hemos encontrado ninguna atalaya o torre habitada. Entiendo que las cercanas a Maer estén vacías ya que para vigilar esa zona ya está la guardia del pueblo y que en el norte tampoco hace falta vigilar... pero la última torre estaba destruida recientemente y  no por causas naturales. Algo no está bien, deberíamos volver... quizás en el pueblo si que esté todo arreglado y estemos perdiendo el tiempo aquí arriba. —decía Tiroun con el ceño fruncido mientras andaba arrastrando los pies y cabizbajo.

  En ese tiempo se había enterado un poco sobre esos chicos, Tiroun era hijo de uno de los muchos mineros de Itue, que cuatro veces al año venían a traer las materias recogidas para que fueran llevadas al sur mayoritariamente y fueran vendidas. Cuando había poco trabajo en las minas Itue, viajaba junto algunos chicos de vuelta a Maer y como la mayoría de los chicos del pueblo trabajaba en las rotaciones, que era algo como que según la época y las necesidades ayudaban en los campos, a los leñadores, en la construcción o lo que fuera necesario. Al igual que Faenn y Torem, Tiroun era fuerte pero sobretodo de brazos y no estaba acostumbrado a andar tanto, aunque nada que ver con ella. Por suerte habían encontrado una carreta en una de las atalayas abandonadas y se iban turnando para llevarla junto algo de alimentos y equipaje que habían ido consiguiendo. Gaevlien en cambio se las apañaba para salir siempre con alguna bestia u otra para la cena y se pasaba la mayor parte del día perdido en los dispersos bosques que encontraban.

  —Seguro que les han llegado noticias y se estarán reagrupando —les dijo Liaele a los chicos. Tiroun tenía razón, nada tenía lógica respecto lo que debía ser, pero había que mantener los ánimos altos y si algo había aprendido era que esa era la parte de su trabajo ante los súbditos del reino.

  En los lejos del camino se veía un chico sentado en lo que parecían los restos de un árbol caído, seguramente Gaevlien esperándolos.

  —Ya se va haciendo tarde, deberíamos acampar —comentó uno de los guardias cuando ya estaban cerca de Gaev.

  Según Liaele debían sentirse algo humillados por el hecho de que un joven pueblerino fuera mas útil que dos guardias formados y que enseguida se cansaran al acarrearla a ella con la carreta, seguramente sentían que debían impresionarla pero ellos eran guardias de ciudad que traía su padre para mantener la seguridad en el palacete, los bosques, los prados y las montañas no eran su territorio y menos ante unos jóvenes que las debían haber recorrido desde pequeños.



  Faenn había salido a dar un paseo, no podría dormir y prefirió estirar un poco las piernas antes de quedarse observando las estrellas sin hacer nada. Miró un momento el cielo, todo tranquilo y oscuro, lleno de pequeñas luces. La brillante Tish en el centro, iluminando los cielos día y noche, incluso en las frías noches de invierno, cuando el enorme sol Naos quedaba escondido delante del frío Namake, Tish seguía brillando, la guardiana Tish. Habían instalado el campamento en un claro del bosque cercano al camino, lo suficientemente cerca para no desviarse mucho, y lo bastante lejos para que nadie apareciera en el campamento por casualidad. Si tras el paseo seguía sin poder dormir podría relevar a alguno de los  guardias en la vigilancia. Oyó un gritó, venía del campamento. ¿Qué iba mal? Se iba a echar a correr pero alguien, o algo, le agarró, con firmeza. «Los monstruos me han atrapado, es el fin». Pero la mano que le cubrió los labios, con suavidad pero frenando igualmente todos los sonidos que pudiera hacer mas allá de los gruñidos, no era de un monstruo. «Quizás también haya algo parecido a mujeres monstruo con manos finas y delicadas. No, no tenía demasiado sentido». Igualmente intentó luchar contra su captora.

  —Estate quieto, muchacho —dijo la voz de la mujer— Estamos todos bien. Bueno, excepto los pálidos que están lamentándose de haber perdido a su presa.

  Faenn miró a su alrededor cuando la mano la liberó. Ahí estaban todos, con la pinta que tenía uno cuando lo levantaban a medianoche, pero todos y en buenas condiciones. La mujer que lo había agarrado estaba a su lado, era relativamente bajita y algo rellenita pero de alguna forma había conseguido superar su altura para llegar hasta él y conseguir reducirlo con facilidad. Ella llevaba una simple toga de lana marrón y un chal, aparte de un grueso cinturón lleno de bolsitas y falquitreras.

  —Antes de que digas nada y vengan las preguntas, tenemos que movernos. —le dijo en un tono que impedía cualquier tipo de discusión— Mira, ya llegan esos dos. Nos vamos, aprovecha para hablar bajito con tus compañeros si lo deseas y ya os informaré cuando lleguemos al campamento. Por si te lo preguntas, los dos soldados que faltan ya han ido hacia allí. Así que todo listo.

  Faenn parpadeó, esa mujer parecía que le leyera la mente, o peor, que se anticipara a sus pensamientos, se acercó a Gaev mientras observaba a los dos hombres que la mujer había señalado y empezó a andar.

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divendres, 11 de novembre del 2011

Capítulo II: Soluciones (1)

  Se encontraban en la sala común de las habitaciones de los invitados, como en esa época del año había pocos o ninguno nadie los molestaba. Milva estaba recostada encima de dos sillas de madera y Shani charlaba con ella sentada en el suelo.

  —¿Para qué crees que nos habrá llamado? Es curioso que nos cite aquí —comentaba Shani mientras su compañera gruñía, intentando dormir un poco.

  —Eso, ¿Con qué motivo os habré citado? También tengo curiosidad —dijo Nephti entre sonrisas a la vez que cruzaba el umbral junto a Pequeña. La jovencita pronto sería mas alta que la maestra, si no lo era ya, aunque serlo no era un gran logro, tratándose de superar a una gnoma.

  —¡Maestra Nephti! Nosotras... Yo... —saltó Milva— ¿Para qué estamos aquí?

  —¿No es obvio? Tenemos que seguir la historia, antes que Pequeña se colapse y por nuestros fans, claro — sonrió Nephti, mirándote.


  Faenn jadeaba mientras con la mirada analizaba los alrededores, aún no se fiaba de que no aparecieran mas engendros de esos. Habían salido del palacete a través de un túnel que los llevó a una trampilla de madera en el interior del bosque adyacente al edificio, el joven que los había sacado iba con una peto ornamentado y un escudo, según había oído era el hermano de la chica que había salvado, que era nada menos que la hija del marqués y eso hacía al joven el hijo mayor del marqués. En menudo lío se habían metido, cuando dejaran de pensar en esos seres y se fijaran en todo lo que llevaban encima les caería una buena, no sería una típica regañona como en las otras travesuras organizadas por Gaev, en esta acabarían encerrados en un calabozo. Aunque, olvidarse de los monstruos esos no parecía una tarea fácil.

  —¡Capitán! —llamó alguien entre los arboles. Faenn casi acabó encima de un árbol de la sorpresa. Era un soldado, de la guardia, supuso— Parece que los engendros solo han atacado el palacete, en el pueblo siguen con las celebraciones como si nada hubiera pasado.

  —Entendido... ¿Cuantos hombres tenemos preparados? —respondió el capitán mientras se ajustaba los ribetes rojos y blancos que lo identificaban en su rango.

  —Hemos perdido la mayor parte de la guardia del palacio. La guardia del pueblo tenía pocos efectivos de servicio por la celebración. De las patrullas de Guardarriba no sabemos nada.

  —Bien... de momento nos encargaremos de que esos monstruos no salgan del palacete, envia a dos hombres a informar al teniente de la guardia del pueblo que reúna a todos los que pueda sin que cunda el pánico y que se reúnan con nosotros, luego dos hombres mas deberán ir hacia el norte y conseguir el máximo apoyo de Guardarriba a la vez que se entere de la situación en la zona —saludó al soldado y lo despidió, seguidamente el capitán se dirigió hacia su hermana, que estaba sentada bajo un árbol.

  Liaele levantó la mirada y lo miró, Faenn supuso que el hecho de que su hermano le dijera que no podían ir a rescatar a su madre inmediatamente la había afectado bastante.

  —Hermanita... digo, Lady Liaele, tengo una misión para ti —sonrió cálidamente el capitán— Necesito que acompañes a los dos soldados que irán a Guardarriba,  al menos hasta las primeras torres de guardia y ahí encárgate de encontrar a nuestro tío, lo necesitaré si las cosas se complican. Podrás hacer eso ¿Verdad? Hazlo por mi ¿De acuerdo?

  La muchacha asintió lentamente y volvió a su estado de meditación. Su hermano, el capitán, se dirigió entonces hacia ellos y los miró uno a uno, con una mirada tranquilizadora. Gaev lanzaba trozos de corteza del árbol donde estaba apoyado, Torem estaba mirando fijamente un medallón de cobre que le había dado Erris para que se lo llevara mientras cargaba con las cajas, Erris y él siempre habían estado muy unidos, Tiroun en cambio se había apoderado del hacha y paseaba por los alrededores, como si esperaba de que la nada fuera a aparecer mas monstruos.

  —Veamos, muchachos, para vosotros también tengo trabajo, mas bien os doy dos opciones... Podeis volver al pueblo, arriesgándoos vosotros mismos o podéis ayudarme y acompañar a lady Liaele. Tened en cuenta que el hecho que me ayudéis a mi podría servir para que se pasara por alto el detalle de qué hacíais en el palacete a esas horas —sonrió el capitán, satisfecho de su discurso— ¿Qué os parece? 

  Faenn miró a sus otros compañeros, Tiroun se había acercado y lo miraba fijamente, lo mismo hacían los otros, parecía que le tocaba tomar la decisión a él.

  —De acuerdo, iremos. Las primeras torres de guardia de Guardarriba tampoco están tan lejos ¿Verdad, Gaev?


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dissabte, 5 de novembre del 2011

Capítulo I: Los Pálidos (y 4)

  «Sí, definitivamente algo no está bien». Liaele asintió con firmeza y se dirigió hacia la puerta. «Parece que tendré que descubrirlo por mi misma». Y empujó suavemente la gruesa madera decorada de la habitación. Ahí estaba su madre, arrodillada en el suelo, justo en el centro, parecía llorar mirando la ventana. «Debe haber tenido un ataque de histeria y los guardias habrán entrado a comprobar, el ruido del festival seguramente». Su madre la miró, tenía los ojos rojos, brillaban, emanaban miedo, ira, impotencia. Tensión. «Los guardias». Miró a su alrededor. «¿Y los guardias?». Un gruñido detrás de ella. Ahí estaban los guardias, despedazados en el suelo. Encima de ellos un ser de piel arenosa, ojos rojos y unas enormes garras, sostenía lo que parecía el brazo de un guardia. Ese ser la miró, con su mirada violenta, sangrienta, y rugió. Liaele gritó, lloró y corrió con todas sus fuerzas.



  Faenn cargaba con un bastón oscuro, hecho de un extraño material, que le había dado Gaev del ático. Parecía que todos llevaban cosas menos él que andaba tranquilamente con las manos en los bolsillos, sólo le faltaba ponerse a silbar. Erris llevaba una caja de cohetes del Técnico, Ralyr otra que iba con los cohetes que nadie sabía para que era, Tiroun llevaba unos bastones para encenderlos y Torem se había apropiado de una hacha de curiosa fabricación. Tampoco iba tan mal para ser un plan de Gaev, solo faltaba que nadie les dijera nada al verlos cargados con todo eso. Sí, era pedir mucho. 

  Un grito, instintivamente se lanzó hacia él y todo se volvió difuso. Gaev intentó frenarlo pero él ya no oía, corrió un poco y corrió mas, hasta que llegó al origen del grito, una chica huía por el pasillo, iba hacia él, ¿De qué huía? Le pareció que era un ser pálido, con pico y una larga cola llena de escamas. No parecía demasiado lógico pero instintivamente agarró un jarrón y se lo lanzó al monstruo.

  —¡A la escalerilla! ¡Rápido! —gritó alguien.

  La chica iba con un largo vestido rojo, no sabía como podía haber corrido tanto con eso puesto, apoyó el bastón, agarró a la muchacha y se la cargó en el hombro. Una vez con el bastón en una mano y aguantando la chica con la otra empezó a correr por los sinuosos pasillos exteriores. Cuando volvió en si ya estaban en la planta baja, se sentía mareado y cada vez le costaba mas recordar. Erris no estaba, recordó, vio el monstruo picudo lanzarse sobre él y arrancarle la tráquea entera, luego otro también se lanzó sobre él y Erris ya no estaba. Sintió náuseas con solo de pensarlo y vomitó en un rincón. Quizás su muerte los hubiera salvado.

  —Ehm... ¿Me vas a soltar? —preguntó una voz femenina cerca de él.

  ¡La muchacha! Aún la llevaba cargada. Se puso todo rojo que junto al mareo lo dejo en unas extrañas tonalidades y soltó su carga.

  —Eh... uhm... lo siento —le dijo a ella.

  —Oh, sí, mas te vale. Ese jarrón valía una fortuna y me has roto el vestido

  Mujeres, le acababa de salvar la vida y lo que importaba era un jarrón, seguro que Gaev le habría dicho algo a esa muchacha, él si que sabía como tratarlas.

  —Aprecio mucho que estés haciendo amistades, Faenn —dijo Gaev, jadeante— Pero deberíamos movernos, no quiero ni volver a pensar en esas cosas, al menos mientras aún puedan estar cerca.

  —Salgamos —respondió Tiroun— Si no recuerdo mal por ahí ya salíamos al patio.

  Cuando iban a dirigirse hacia la salida apareció uno de los chicos que se había marchado con Deloir.

  —¡Están todos muertos! ¡Vamos a morir todos! —gritó— Todo el patio está lleno de esos monstruos. ¡No hay salida!

  Y se colapsó en medio del pasillo.


  —Bien, creo que por hoy ya habéis tenido bastante, seguro que tenéis tareas que hacer —dijo Nephti mientras saltaba de su silla— Venga, venga

  —No... no nos puedes dejar así —dijo la Pequeña— No en ese momento.

  —Oh, claro que puedo, acabo de hacerlo. Vamos, tenéis que hacer otras cosas para luego poder disfrutar de las historias, sino se vuelven aburridas. Además, yo también tengo trabajo.


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dimarts, 1 de novembre del 2011

Capítulo I: Desacuerdos (3)

  Liaele avanzaba por el pasillo de la planta para dirigirse a ver a su madre, que la había llamado a través de su hermano, esa habitación se encontraba justo en el centro de la segunda planta, dando al patio trasero. Su madre apreciaba mucho tener grandes ventanales y un balcón con algunas plantas, pero le molestaba mucho el ruido, así que nada mejor que el tranquilo patio trasero donde como mucho oiría a los jardineros podar. En cambio su habitación estaba en el extremo del ala norte, con vistas al jardín, a la puerta principal y sobretodo acceso a la escalerilla de servicio, para poder ir rápido a las cocinas y salir fuera. Cuando llegaron, hace unos años, intentaron situarla en el ala sur, para que no pudiera llegar tan fácilmente a dicha escalerilla pero lo único que consiguieron es que estuviera todo el día corriendo por los pasillos molestando a todo el mundo y sobretodo a las visitas importantes.

  —¡Ay! —Liaele miró al sujeto que la había desviado de sus pensamientos y se atrevía a andar sin mirar por los pasillos, era una mujer, adulta pero aún joven, debía tener la edad de su hermano o un poco mas, no parecía una criada— ¡Mira por dónde vas! —respondió sin pensar, cosa que lamentó nada mas ver los dos soles entrelazados bordados en el cuello de la toga de la mujer— Ay, perdone, Solea, iba distraída y...

  La mujer le clavó la mirada unos segundos, una mirada que la hizo temblar, y sin motivo aparente alguno se puso a reír. Cuando terminó, ella la estuvo observando un rato, sonriendo.

  —He... ¿He hecho algo gracioso? —preguntó, aún estupefacta.

  —Oh, a ti no te lo debe parecer pero la cara que has puesto al ver quien era es irrepetible —sonrió la Solea mientras le ponía una mano en el brazo— Tú debes ser... Liale ¿Verdad? Yo soy Zelfora y acabo de llegar y no te preocupes, no vengo a por ti. Tu madre me ha contado que alguna vez te amenazó en enviarte a nuestra orden si no te comportabas. Y quita esa cara de asustada, que no muerdo —volvió a sonreír mientras se ajustaba el chal— ¿Mejor? Ahora ya no se ven los soles.

  —Ehm... uh... es Liaele, no Liale y yo... debería...

  —Oh, sí, no te distraigo mas. Espero que esta noche nos volvamos a ver —y se marchó, mientras Liaele se quedaba aún conmocionada en medio del pasillo.

  Quizás pasaron unos minutos, puede que mas, cuando Liaele prosiguió hacia la cámara de su madre, el caso es que estuvo un buen rato procesando lo que acababa de pasar, «¿Se estaba burlando de ella esa sacerdotisa de los soles? ¿Directamente era siempre así o intentó provocarla de algún modo? Quizás luego, en la cena, lo descubriera, aunque no tenía demasiada prisa». Curiosamente, o tampoco tanto, nadie le dijo nada mientras estaba ahí parada, se cruzó con uno o dos sirvientes y incluso le pareció ver un buen grupo de gente pasar por el pasillo de delante, no eran criados y uno de ellos llegó a observarla descaradamente. No, no tenía demasiado sentido. Mientras pensaba llegó a la habitación, la puerta estaba entreabierta y la luz se filtraba por el hueco, curiosamente tampoco estaban los dos guardias que tenía su madre desde que un día intentaron atacarla en su propia habitación, peculiar silencio, todo desprendía una extraña aura...


  —¡¿Cómo?! ¿Nos dejas así? —replicó la Pequeña.

  —Perdona, pero me acabo de acordar de que el último día lo dejé con los chicos, sería lógico que hubiera empezado con ellos —respondió tranquilamente Nephti— Cuando me he dado cuenta ya tenía un buen fragmento empezado y me sabía mal dejarlo a medias...

  —¡Mentirosa! Seguro que lo haces a propósito... ¡Quieres que me quede sin uñas!

  —Puede ser, pero estoy contando yo la historia. Venga, voy a seguir.


  Faenn subía por la escalerilla del palacete tranquilamente, era el último en subir así que no tenía la presión de tener alguien detrás esperando, tenía unos peldaños bastante reducidos aunque se notaba que los sirvientes que la usaban ya sabían donde colocar los pies para subir rápido ya que estaban muy desgastados en ciertos sitios, al llegar a la segunda planta se producía un severo cambio en la decoración al pasar de las plantas del servicio a las habitaciones de los invitados y la familia del marqués. Gaevlien estaba dando instrucciones cuando sacó la cabeza desde la escalerilla para observar la planta y así seguía cuando ya llegó y había dejado de observar.

  —Al ático subiremos Ralyr, Erris y yo, que nos conocemos mas el palacete y ahí no cabemos todos de  golpe —comentaba Gaev en ese momento— Luego bajaremos, les daremos las cajas de lo que hayamos conseguido a Torem y Tiroun, y saldremos por esta misma escalerilla.

  —¿Y por qué subes tu al ático? Si es la primera vez que estás aquí, yo en cambio... —comentó un chico desde detrás de Faenn, el hijo del sastre parecía.

  —Yo soy el líder del grupo y ahí solo cabemos tres ¿Acaso sabes que hay que buscar?

  —¿Y solo vamos a hacer eso? Me prometiste que iríamos a las cocinas a conseguir algún pastel... —dijo Deloir, el del carnicero, mientras algunos chicos mas asentían ante su comentario.

  —No dije nada de bajar a las cocinas, seguro que lo soñaste, tu sólo sueñas en comida.

  —Erris me ha dicho que si volvemos por la escalerilla y giramos dos veces a la izquierda por el pasillo estaremos en las cocinas, yo me voy, no voy a arriesgarme por tus tonterías. Quien quiera bajar conmigo que me siga —replicó Deloir y se fue junto a unos cuantos chicos que le siguieron.

  —Parece que Deloir tiene mas madera de líder. Tiene la cabeza para liderar un grupo, o mas bien la barriga —comentó Tiroun entre risas.

  —Bueno, al menos me he quedado con los buenos del grupo, vamos chicos —dijo Gaev, y siguieron por los pasillos.

  Mientras avanzaban hacia la escalera al ático tuvieron la suerte de no encontrarse con nadie, al menos por esos pasillos circundantes no había nadie. Faenn no estaba demasiado emocionado con el plan y se fiaba poco de que realmente no hubiera nadie y mirando con cuidado al pasillo centrar pudo ver algún criado pasar concentrado en su trabajo, también vio una chica, parada en medio y mirando la pared, como si no hubiera nada mas, Torem se quedó embobado mirándola y Faenn tuvo que arrastrarlo antes de que ella pudiera decidir mirar hacia donde estaban ellos.