Capítulo 2


  Se encontraban en la sala común de las habitaciones de los invitados, como en esa época del año había pocos o ninguno nadie los molestaba. Milva estaba recostada encima de dos sillas de madera y Shani charlaba con ella sentada en el suelo.

  —¿Para qué crees que nos habrá llamado? Es curioso que nos cite aquí —comentaba Shani mientras su compañera gruñía, intentando dormir un poco.

  —Eso, ¿Con qué motivo os habré citado? También tengo curiosidad —dijo Nephti entre sonrisas a la vez que cruzaba el umbral junto a Pequeña. La jovencita pronto sería mas alta que la maestra, si no lo era ya, aunque serlo no era un gran logro, tratándose de superar a una gnoma.

  —¡Maestra Nephti! Nosotras... Yo... —saltó Milva— ¿Para qué estamos aquí?

  —¿No es obvio? Tenemos que seguir la historia, antes que Pequeña se colapse y por nuestros fans, claro — sonrió Nephti, mirándote.


  Faenn jadeaba mientras con la mirada analizaba los alrededores, aún no se fiaba de que no aparecieran mas engendros de esos. Habían salido del palacete a través de un túnel que los llevó a una trampilla de madera en el interior del bosque adyacente al edificio, el joven que los había sacado iba con una peto ornamentado y un escudo, según había oído era el hermano de la chica que había salvado, que era nada menos que la hija del marqués y eso hacía al joven el hijo mayor del marqués. En menudo lío se habían metido, cuando dejaran de pensar en esos seres y se fijaran en todo lo que llevaban encima les caería una buena, no sería una típica regañona como en las otras travesuras organizadas por Gaev, en esta acabarían encerrados en un calabozo. Aunque, olvidarse de los monstruos esos no parecía una tarea fácil.

  —¡Capitán! —llamó alguien entre los arboles. Faenn casi acabó encima de un árbol de la sorpresa. Era un soldado, de la guardia, supuso— Parece que los engendros solo han atacado el palacete, en el pueblo siguen con las celebraciones como si nada hubiera pasado.

  —Entendido... ¿Cuantos hombres tenemos preparados? —respondió el capitán mientras se ajustaba los ribetes rojos y blancos que lo identificaban en su rango.

  —Hemos perdido la mayor parte de la guardia del palacio. La guardia del pueblo tenía pocos efectivos de servicio por la celebración. De las patrullas de Guardarriba no sabemos nada.

  —Bien... de momento nos encargaremos de que esos monstruos no salgan del palacete, envia a dos hombres a informar al teniente de la guardia del pueblo que reúna a todos los que pueda sin que cunda el pánico y que se reúnan con nosotros, luego dos hombres mas deberán ir hacia el norte y conseguir el máximo apoyo de Guardarriba a la vez que se entere de la situación en la zona —saludó al soldado y lo despidió, seguidamente el capitán se dirigió hacia su hermana, que estaba sentada bajo un árbol.

  Liaele levantó la mirada y lo miró, Faenn supuso que el hecho de que su hermano le dijera que no podían ir a rescatar a su madre inmediatamente la había afectado bastante.

  —Hermanita... digo, Lady Liaele, tengo una misión para ti —sonrió cálidamente el capitán— Necesito que acompañes a los dos soldados que irán a Guardarriba,  al menos hasta las primeras torres de guardia y ahí encárgate de encontrar a nuestro tío, lo necesitaré si las cosas se complican. Podrás hacer eso ¿Verdad? Hazlo por mi ¿De acuerdo?

  La muchacha asintió lentamente y volvió a su estado de meditación. Su hermano, el capitán, se dirigió entonces hacia ellos y los miró uno a uno, con una mirada tranquilizadora. Gaev lanzaba trozos de corteza del árbol donde estaba apoyado, Torem estaba mirando fijamente un medallón de cobre que le había dado Erris para que se lo llevara mientras cargaba con las cajas, Erris y él siempre habían estado muy unidos, Tiroun en cambio se había apoderado del hacha y paseaba por los alrededores, como si esperaba de que la nada fuera a aparecer mas monstruos.

  —Veamos, muchachos, para vosotros también tengo trabajo, mas bien os doy dos opciones... Podeis volver al pueblo, arriesgándoos vosotros mismos o podéis ayudarme y acompañar a lady Liaele. Tened en cuenta que el hecho que me ayudéis a mi podría servir para que se pasara por alto el detalle de qué hacíais en el palacete a esas horas —sonrió el capitán, satisfecho de su discurso— ¿Qué os parece? 

  Faenn miró a sus otros compañeros, Tiroun se había acercado y lo miraba fijamente, lo mismo hacían los otros, parecía que le tocaba tomar la decisión a él.

  —De acuerdo, iremos. Las primeras torres de guardia de Guardarriba tampoco están tan lejos ¿Verdad, Gaev?

***
  —Bien, primeramente quería informarles de que cierto ser –¿ser? sí, llamémosle ser— transmite sus mas sinceras disculpas a todos por ciertos lapsos temporales en la continuación de la historia causados por cierto mundo lleno de dragones y locos que quieren matarlos a gritos y su poca fuerza de voluntad. Dicho eso prosigamos —os dijo Nephti.

  —Señora Nephti, ¿Con quien hablas? ¿Quien se disculpa? —preguntó con curiosidad la Pequeña—. ¿Ocurre algo?

  —Oh, no ocurre nada. Sigamos con la historia ¿de acuerdo? —«Pobrecitas, aún sienten las alteraciones en el tiempo. Ni a vosotros, no saben que hay quien las ve y las observa» murmuró Nephti a la vez que volvía a la historia.


  —Llevamos ya casi un dos días andando y no hemos encontrado ninguna atalaya o torre habitada. Entiendo que las cercanas a Maer estén vacías ya que para vigilar esa zona ya está la guardia del pueblo y que en el norte tampoco hace falta vigilar... pero la última torre estaba destruida recientemente y  no por causas naturales. Algo no está bien, deberíamos volver... quizás en el pueblo si que esté todo arreglado y estemos perdiendo el tiempo aquí arriba. —decía Tiroun con el ceño fruncido mientras andaba arrastrando los pies y cabizbajo.

  En ese tiempo se había enterado un poco sobre esos chicos, Tiroun era hijo de uno de los muchos mineros de Itue, que cuatro veces al año venían a traer las materias recogidas para que fueran llevadas al sur mayoritariamente y fueran vendidas. Cuando había poco trabajo en las minas Itue, viajaba junto algunos chicos de vuelta a Maer y como la mayoría de los chicos del pueblo trabajaba en las rotaciones, que era algo como que según la época y las necesidades ayudaban en los campos, a los leñadores, en la construcción o lo que fuera necesario. Al igual que Faenn y Torem, Tiroun era fuerte pero sobretodo de brazos y no estaba acostumbrado a andar tanto, aunque nada que ver con ella. Por suerte habían encontrado una carreta en una de las atalayas abandonadas y se iban turnando para llevarla junto algo de alimentos y equipaje que habían ido consiguiendo. Gaevlien en cambio se las apañaba para salir siempre con alguna bestia u otra para la cena y se pasaba la mayor parte del día perdido en los dispersos bosques que encontraban.

  —Seguro que les han llegado noticias y se estarán reagrupando —les dijo Liaele a los chicos. Tiroun tenía razón, nada tenía lógica respecto lo que debía ser, pero había que mantener los ánimos altos y si algo había aprendido era que esa era la parte de su trabajo ante los súbditos del reino.

  En los lejos del camino se veía un chico sentado en lo que parecían los restos de un árbol caído, seguramente Gaevlien esperándolos.

  —Ya se va haciendo tarde, deberíamos acampar —comentó uno de los guardias cuando ya estaban cerca de Gaev.

  Según Liaele debían sentirse algo humillados por el hecho de que un joven pueblerino fuera mas útil que dos guardias formados y que enseguida se cansaran al acarrearla a ella con la carreta, seguramente sentían que debían impresionarla pero ellos eran guardias de ciudad que traía su padre para mantener la seguridad en el palacete, los bosques, los prados y las montañas no eran su territorio y menos ante unos jóvenes que las debían haber recorrido desde pequeños.



  Faenn había salido a dar un paseo, no podría dormir y prefirió estirar un poco las piernas antes de quedarse observando las estrellas sin hacer nada. Miró un momento el cielo, todo tranquilo y oscuro, lleno de pequeñas luces. La brillante Tish en el centro, iluminando los cielos día y noche, incluso en las frías noches de invierno, cuando el enorme sol Naos quedaba escondido delante del frío Namake, Tish seguía brillando, la guardiana Tish. Habían instalado el campamento en un claro del bosque cercano al camino, lo suficientemente cerca para no desviarse mucho, y lo bastante lejos para que nadie apareciera en el campamento por casualidad. Si tras el paseo seguía sin poder dormir podría relevar a alguno de los  guardias en la vigilancia. Oyó un gritó, venía del campamento. ¿Qué iba mal? Se iba a echar a correr pero alguien, o algo, le agarró, con firmeza. «Los monstruos me han atrapado, es el fin». Pero la mano que le cubrió los labios, con suavidad pero frenando igualmente todos los sonidos que pudiera hacer mas allá de los gruñidos, no era de un monstruo. «Quizás también haya algo parecido a mujeres monstruo con manos finas y delicadas. No, no tenía demasiado sentido». Igualmente intentó luchar contra su captora.

  —Estate quieto, muchacho —dijo la voz de la mujer— Estamos todos bien. Bueno, excepto los pálidos que están lamentándose de haber perdido a su presa.

  Faenn miró a su alrededor cuando la mano la liberó. Ahí estaban todos, con la pinta que tenía uno cuando lo levantaban a medianoche, pero todos y en buenas condiciones. La mujer que lo había agarrado estaba a su lado, era relativamente bajita y algo rellenita pero de alguna forma había conseguido superar su altura para llegar hasta él y conseguir reducirlo con facilidad. Ella llevaba una simple toga de lana marrón y un chal, aparte de un grueso cinturón lleno de bolsitas y falquitreras.

  —Antes de que digas nada y vengan las preguntas, tenemos que movernos. —le dijo en un tono que impedía cualquier tipo de discusión— Mira, ya llegan esos dos. Nos vamos, aprovecha para hablar bajito con tus compañeros si lo deseas y ya os informaré cuando lleguemos al campamento. Por si te lo preguntas, los dos soldados que faltan ya han ido hacia allí. Así que todo listo.

  Faenn parpadeó, esa mujer parecía que le leyera la mente, o peor, que se anticipara a sus pensamientos, se acercó a Gaev mientras observaba a los dos hombres que la mujer había señalado y empezó a andar.

***
  —Buenas tardes. ¿Tardes? uhm... no importa. Supongo que en estos días se habrán olvidado un poco de como iban las cosas, ¿cierto? Bien, si no es así siéntase libres de avanzar hasta el punto donde se quedaron, obviando esta introducción —dijo Nephti— ¿Siguen ahí? Supongo que eso significa que desean un breve resumen. Excelente, pues que así sea. Nos quedamos en que nuestros protagonistas habían huido de Maer debido a los extraños incidentes ocurridos ahí y se dirigían al Norte, en busca del tío de Liaele, la hija del Marqués, Gaevlien, Tiroun, Faenn y Torem la acompañaban junto a dos guardias del palacete del Marqués. Durante una noche, mientras acampaban una extraña señora, junto a dos hombres mas los rescataron de un supuesto ataque de unos Pálidos y se dirigieron al campamento de dicha señora. Y eso es todo, prosigamos...


  Habían llegado al campamento y, él y los chicos, estaban sentados alrededor de una hoguera, observando las llamas, sin saber que hacer, sin querer hacer nada. Cuando había oído que se dirigían al campamento del tío de Liaele, al que habían ido a buscar, se había imaginado que sería un campamento enorme, con tiendas, caballos, carromatos y muchos soldados, pero ahí no había mas que una tienda grande y una especie de parapeto, dos hogueras y unos pocos soldados. Faenn se sentía... deprimido, inútil. ¿Qué iban a hacer ahora que su mayor esperanza no llegaba ni para guarnecer una de esas torres abandonadas que habían encontrado? No se imaginaba como alguien podía dirigir todo eso, a él le daban ganas de cavar un hoyo y enterrarse en él para luego olvidarse de todo.

  —Todo está perdido, Maer está perdido, vamos a morir todos —gimió uno de ellos.

  Faenn no hizo ni el esfuerzo de levantar la cabeza para saber quien era, aunque estaba seguro de que Gaev no era, él era de los que siempre encontraban algo que hacer, incluso en las situaciones mas desesperadas, algo que podría acabar siendo inútil, acabar mal o ser la mayor de las tonterías del mundo, pero se le ocurría algo y así los mantenía ocupados a todos. Sin embargo, nunca se habían encontrado en una situación que llegara a ser algo mínimamente parecido a la que tenían que enfrentarse en esos momentos y pese a todo, confiaba en que Gaev sacaría un plan para seguir adelante. En cambio a él solo se le ocurrían ideas absurdas como empezar a correr hacia Maer empuñando su martillo de herrero para acabar con todo el mal o peor, empezar a correr hacia el lado opuesto y esconderse. No, tenía que haber algo que ellos podían hacer, algo que no fuera contemplar el crepitar de unas llamas, unas llamas bastante bonitas y cálidas...


  Llevaban ya unos días avanzando de vuelta a Maer, aunque a un ritmo ligeramente inferior al de ida dado que eran muchos mas y no había apenas caballos para tirar de las carretas. Él y los chicos andaban algo apartados del resto del grupo, como si realmente todo el mundo los evitara, Liaele si que los evitaba descaradamente, como si ahora que tenía su propia escolta de soldados ya no necesitara a los sucios aldeanos que los debía considerar. La única que mostraba un mínimo interés por ellos era la dama que los había rescatado, se llamaba Zelfora Recand y resultaba ser una Solea aunque poco mas se sabía de ella y pobre del que intentara hacerlo ya que se las vería con los dos guardianes que la acompañaban. Gaev lo tenía ya bien claro, después de haberlo intentado mas de una vez, nada pasaba por donde ellos dos o la dama Trecand no querían que pasara. Él seguía forzando su mente para que se le ocurriera algo parecido a un plan, y como plan se refería a algo viable que no implicara que acabaran todos muertos. Faenn decía que él siempre tenía un plan y no estaba equivocado, pero eso era antes, cuando lo peor que podía salir era que acabaran castigados unos días e incluso esos planes siempre acaban mal, en cambio las ideas que le daba Faenn para sus planes siempre eran brillantes. Sí, seguro que en esos momentos Faenn ya tendría un plan para arreglar las cosas.

  Liaele había ordenado expresamente que avanzaran a un ritmo lento y cauto desde que llegó ese rumor, sobretodo para ganar tiempo antes de que se confirmaran y dar la posibilidad a los exploradores a llegar a Maer y volver. 
  Había sido como si se le parara el corazón cuando su tío y la Solea le comentaron que había ese rumor, que al final impulsó a su tío a bajar hacia Maer antes y por eso se encontraron a mitad de camino, que había sido como si se le parara, tonterías, seguro que realmente había parado durante unos segundos, era una idea absurda incluso para un rumor que corría entre susurros y peores eran las ideas que le habían propuesto esos dos, que si podían evitar Maer directamente comentó su tío, que fueran todos a Isur les dijo la Solea. Lo peor era mirar a esos chicos, que la habían acompañado con sus mejores intenciones y ahora... le daban ganas de dejarse caer en el suelo y empezar a llorar. Así que como mas tardaran a llegar a Maer, mas podría retrasar esas decisiones y el decírselo a los chicos. ¿Y por qué ella? De acuerdo de que era la hija del Marqués, pero su tío también era alguien importante aunque fuera el cuarto hijo, ya tuviera unos buenos años encima, y la Solea, que le decía todo lo que debía hacer casi pero la obligaba a ella a decidir finalmente, ¿Por qué tenía que dirigir a todos? ¿Tendría que decírselo a todos cuando llegara el momento? El momento que llegó con los dos exploradores que volvieron cuando estaban a unas horas de llegar a Maer y decidieron acampar. "El rumor es cierto" fue todo lo que osaron decir. 
  Era el momento de decidir, el momento de decírselo a los chicos. Y así hizo, cuando estaban los cuatro sentados alrededor del fuego como cada noche se acercó y los miró uno a uno: "Maer ya no existe. El pueblo, el palacete, todo está vacío y no queda nada ni nadie".

***
  Liaele se despertó agitada, «¿una pesadilla?» Afuera llovía intensamente. «Quizás la tormenta me haya desvelado». El viento levantó la solapa de la pequeña tienda donde dormía. Un relámpago chasqueó el campamento como si la propia Tish lo azotara contra ellos e iluminó todo durante unos segundos. Unas sombras cenicientas se arrastraban por los rincones, sombras invisibles en la tormenta si no fuera por la momentánea luz. También vio a otras sombras sentadas alrededor de una hoguera, no parecían guardias. «¡Los chicos! Debían haberse despertado también...». Sin pensárselo ni un segundo se lanzó hacia ellos, corriendo con todas sus energías.

  —¡Eh! ¡Moveos, nos están atacando! —les gritó Liaele a pleno pulmón.

  Llegó al centro, justo entre ellos, casi encima de la hoguera. Nadie se había movido. Otro relámpago. La luz mostró otra vez el campamento. Los chicos la miraban, sí, pero con unos ojos vacíos. Torem sonrió, una sonrisa macabra a la vez que la garganta se le abría en una fina línea de sangre. Entonces vio una pequeña sombra detrás del cuerpo inerte del muchacho, se reía. Se reía de ella, por no haber podido hacer nada, por no haber sido capaz de salvar a nadie.



  —¿Una noche turbulenta? —sonó una voz encima de ella. Gaevlien estaba subido en una rama y le sonreía.

  —¿C-cómo...? —preguntó Liaele.

  —Bueno, al menos desde hace un rato has estado quejándote en sueños... o eso parecía —Gaev saltó de la rama y botó delante de ella— Te estaba esperando, quería hablar contigo... cuando tengas un momento, claro.

  Gaev la miró, con una mirada muy seria para ser suya, y se dio la vuelta para alejarse lentamente, con una sonrisa de vuelta en su cara.

  —E-espera... si me das un segundo ahora puedo —Liaele intentó ofrecerle una sonrisa lo menos forzada.

  Suspiró, todo había sido una pesadilla, aunque difícilmente se olvidaría de esas miradas, de esa risa. Miró fijamente a Gaevlien, él y los otros chicos habían perdido todo, en cuestión de días y sin ni siquiera poder despedirse. Se los había llevado en contra de su voluntad de su pueblo, el pueblo que en teoría debería defender. Y ahora parecía ser lo único que quedaba de la nobleza de Maer y el pueblo ya no existía.

  —Lo siento... por mi culpa ahora estáis sin nada... habéis perdido todo... yo... —intentó disculparse Liaele.

  —Já, ¿y tu no has perdido nada? Yo puedo cazar en otro lugar y no creo que se quejen demasiado, herreros como Faenn siempre van buscados y ni árboles ni rocas faltan para Torem y Tiroun. En cambio no se si en cualquier otra villa te aceptarán solo por ser quien eres ¿Eh? —dijo Gaev, el chico que parecía la felicidad personificada— Encima no digas que es por tu culpa, al contrario, si no fuera por ti estaríamos en Maer y si que lo habríamos perdido todo. Hay quien le cuesta admitirlo, pero es así...

  Liaele levantó levemente la ceja izquierda y se fijó en el chico que tenía delante. Casi parecía mas feliz que cuando lo vio por primera vez en el palacete. Como la mayoría de la población de Maer, Gaev tenía el pelo castaño, pero era algo mas bajo que la mayoría y mucho mas delgado que sus compañeros –que los tres tenían unos brazos que era incapaz de rodear usando las dos manos, aunque sus manos tampoco es que fueran destacables por su tamaño, mas bien por lo contrario– tenía unos ojos que transmitían esa felicidad y por primera vez se fijó, tenía un ojo mas oscuro que el otro, uno era totalmente marrón, en cambio el restante era una mezcla de verdes con tonalidades marrones, sonrió y se dirigió al chico.

  —C-cómo... ¿Cómo consigues estar tan... alegre después de todo... esto? —preguntó Liaele, ladeando levemente la cabeza— Incluso los soldados que se podría decir que viven cerca de la muerte están afectados... pero tú...

  —Yo... yo... —Gaev soltó una carcajada— ¿Qué gano estando preocupado? Encima cuando ya lo está todo el mundo. Estuve un tiempo meditando que podía hacer, sin resultados. Así que este es mi plan, intentar sonreír por todos, buscar el lado bueno de las cosas, je.

  Y dio media vuelta y se fue andando, pero antes de alejarse demasiado giró la cabeza y la miró.

  —Por cierto, no voy a presionarte, pero ahora estamos en tus manos, eres lo único que queda de Maer y no nos vas a dejar tirados en un pueblo cercano... y claro, tampoco te vamos a dejarte a ti ¿De acuerdo? —dijo y se alejó sin dar posibilidad a una replica.

  —Eh... —Liaele parpadeó y observó como se alejaba el joven cazador.

  —No te creas nada que te diga, porque vaya sonriente por el mundo no habla por todo el mundo —dijo una voz cerca de ella, ligeramente atrás— Los malditos nobles estáis para algo, Maer era tu responsabilidad y de esos jodidos soldados... y no habéis dejado nada.

  Liaele se giró y vio al fornido leñador, Torem, alejarse a paso rápido. Al menos no tuvo que ver esa mirada que le recordaba a las gargantas rebanadas. Suspiró y se puso a andar hacia la tienda de la Solea, el día solo acababa de empezar, tenía muchas decisiones que tomar y a los chicos bajo su responsabilidad.

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