dissabte, 5 de novembre del 2011

Capítulo I: Los Pálidos (y 4)

  «Sí, definitivamente algo no está bien». Liaele asintió con firmeza y se dirigió hacia la puerta. «Parece que tendré que descubrirlo por mi misma». Y empujó suavemente la gruesa madera decorada de la habitación. Ahí estaba su madre, arrodillada en el suelo, justo en el centro, parecía llorar mirando la ventana. «Debe haber tenido un ataque de histeria y los guardias habrán entrado a comprobar, el ruido del festival seguramente». Su madre la miró, tenía los ojos rojos, brillaban, emanaban miedo, ira, impotencia. Tensión. «Los guardias». Miró a su alrededor. «¿Y los guardias?». Un gruñido detrás de ella. Ahí estaban los guardias, despedazados en el suelo. Encima de ellos un ser de piel arenosa, ojos rojos y unas enormes garras, sostenía lo que parecía el brazo de un guardia. Ese ser la miró, con su mirada violenta, sangrienta, y rugió. Liaele gritó, lloró y corrió con todas sus fuerzas.



  Faenn cargaba con un bastón oscuro, hecho de un extraño material, que le había dado Gaev del ático. Parecía que todos llevaban cosas menos él que andaba tranquilamente con las manos en los bolsillos, sólo le faltaba ponerse a silbar. Erris llevaba una caja de cohetes del Técnico, Ralyr otra que iba con los cohetes que nadie sabía para que era, Tiroun llevaba unos bastones para encenderlos y Torem se había apropiado de una hacha de curiosa fabricación. Tampoco iba tan mal para ser un plan de Gaev, solo faltaba que nadie les dijera nada al verlos cargados con todo eso. Sí, era pedir mucho. 

  Un grito, instintivamente se lanzó hacia él y todo se volvió difuso. Gaev intentó frenarlo pero él ya no oía, corrió un poco y corrió mas, hasta que llegó al origen del grito, una chica huía por el pasillo, iba hacia él, ¿De qué huía? Le pareció que era un ser pálido, con pico y una larga cola llena de escamas. No parecía demasiado lógico pero instintivamente agarró un jarrón y se lo lanzó al monstruo.

  —¡A la escalerilla! ¡Rápido! —gritó alguien.

  La chica iba con un largo vestido rojo, no sabía como podía haber corrido tanto con eso puesto, apoyó el bastón, agarró a la muchacha y se la cargó en el hombro. Una vez con el bastón en una mano y aguantando la chica con la otra empezó a correr por los sinuosos pasillos exteriores. Cuando volvió en si ya estaban en la planta baja, se sentía mareado y cada vez le costaba mas recordar. Erris no estaba, recordó, vio el monstruo picudo lanzarse sobre él y arrancarle la tráquea entera, luego otro también se lanzó sobre él y Erris ya no estaba. Sintió náuseas con solo de pensarlo y vomitó en un rincón. Quizás su muerte los hubiera salvado.

  —Ehm... ¿Me vas a soltar? —preguntó una voz femenina cerca de él.

  ¡La muchacha! Aún la llevaba cargada. Se puso todo rojo que junto al mareo lo dejo en unas extrañas tonalidades y soltó su carga.

  —Eh... uhm... lo siento —le dijo a ella.

  —Oh, sí, mas te vale. Ese jarrón valía una fortuna y me has roto el vestido

  Mujeres, le acababa de salvar la vida y lo que importaba era un jarrón, seguro que Gaev le habría dicho algo a esa muchacha, él si que sabía como tratarlas.

  —Aprecio mucho que estés haciendo amistades, Faenn —dijo Gaev, jadeante— Pero deberíamos movernos, no quiero ni volver a pensar en esas cosas, al menos mientras aún puedan estar cerca.

  —Salgamos —respondió Tiroun— Si no recuerdo mal por ahí ya salíamos al patio.

  Cuando iban a dirigirse hacia la salida apareció uno de los chicos que se había marchado con Deloir.

  —¡Están todos muertos! ¡Vamos a morir todos! —gritó— Todo el patio está lleno de esos monstruos. ¡No hay salida!

  Y se colapsó en medio del pasillo.


  —Bien, creo que por hoy ya habéis tenido bastante, seguro que tenéis tareas que hacer —dijo Nephti mientras saltaba de su silla— Venga, venga

  —No... no nos puedes dejar así —dijo la Pequeña— No en ese momento.

  —Oh, claro que puedo, acabo de hacerlo. Vamos, tenéis que hacer otras cosas para luego poder disfrutar de las historias, sino se vuelven aburridas. Además, yo también tengo trabajo.


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